martes, abril 27, 2010

Variaciones sobre un tema de amor (8)

8. Estás lejos y sólo queda vivir de recuerdos mientras vuelves. Aferrarse a las imágenes y las marcas leves de tu cuerpo sobre el mío, hacer esfuerzo de memoria y llenar el espacio vacío, más vacío aún por tu silencio. Porque todos los días tu voz llena el espacio de palabras, pero tus palabras son vacías y algo ha cambiado sin remedio.

Memoria sólo para hacerle frente a tus anécdotas cada vez más crueles, recuerdos como antídoto contra tus nostalgias. Historias que me cuento, nada más, para suponer que esa voz que me llega desde allá lejos junto al mar, donde me prohibiste seguirte como un anuncio de abandono, suponer que esa voz es tuya, esa voz sin cuerpo es la misma voz de tu cuerpo, Salua, que hace días estaba junto al mío y era distinto. Lleno. Que tu voz lejana aún habla en el lenguaje secreto de tus uñas y tus dientes, y mi sangre.

Hace días llegaste convenientemente tarde, apenas a tiempo para que yo terminara de escribir sobre el diablo, el tiempo y la condena. Ahora es fácil ver profecía en esas letras aunque entonces era orgullo porque te gustaban. En tu ausencia ya no sé, escribo líneas, páginas y letras cada día y cada día me haces creer que lo leíste, a veces me pides que te lea mis letras al teléfono. Pero al final queda silencio, o palabras vacías. Un te amo que ya nada dice, una nostalgia que ya no me compartes y el ritmo de tu corazón tan lejos que ya no responde al ritmo del mío, ni lo modifica, ni responde. Palabras vacías y silencio.

Hace días escribiste tu nombre sobre cada superficie de mi cuerpo, cicatrices en lo superficial y lo profundo, tu nombre excavado en mis costillas, tu nombre reorganizando la estructura de mis venas, recorriendo lento y rápido a la vez, como impulso y sangre, como una serpiente blanca invisible, la columna vertebral. Lenguaje secreto de tus uñas que dejaron surcos en mi piel, palabras en silencio que tus dientes marcaron sobre mis músculos con la tintura de sangre que no escapa de mi cuerpo pero coagula y endurece por dentro. Gritos que no salieron de nuestras bocas y quedaron apenas como manchas azuladas sobre la piel frágil, la carne débil, manchas que se vuelven negras conforme pasan los días, negras como el destino que cada vez es más cierto. Te irás como se irá el dolor de las marcas que nos dejamos en el cuerpo. Se cerrará la memoria sobre tu recuerdo como la piel y el músculo vuelven a pegarse y no quedará huella de que alguna vez nos abrimos la carne desesperados en la posesión. Lenguaje secreto de nuestros cuerpos, escritura primitiva y mágica por la que alguna vez creímos ser capaces de fundirnos. Pero ya no. Y vivir de recuerdos, moretones, quemaduras y arañazos no basta para ensordecer tu voz vacía, cada vez más distante en el teléfono.

Sin cuidado paso la mano por esas heridas, por la quemada de cigarro, por la cortada que no termina de cerrar y por el dolor te recupero. Pero tu escritura es más profunda, grabada en mis huesos, en mi alma. Adivino un bajorrelieve en los huesos que se notan más porque ya no como ni duermo, en las ojeras cada vez más profundas y oscuras, tu nombre en el dolor de espalda, la gastritis y el insomnio. Tu nombre indeleble que sin embargo se borrará alguna vez, sin cicatrices. Se disolverá como cualquier hematoma que desaparece y se reintegra al torrente de mis venas.

Me convierto en alquimista de dolor. Reconfiguro cada herida en un rastro de amor. Miro mi piel en el espejo, recuerdo la tuya en el espejo de memoria, encuentro la forma imposible de traducir tu lenguaje en el mío, calcar nuestras heridas como si fuésemos un sólo ser, roto y distante. Lloras mis lágrimas ausentes y yo grito por las noches el dolor que no sabes expresar. Y en eso, encontramos placer. Cerca o lejos, nos une el deseo de fundirnos, acaso alimentarnos el uno del otro. Un desgaste que al final nos dejará heridos, moribundos. Y a eso, acaso sin razón, le llamamos amor. Amor imposible destinado al fracaso porque en lo más profundo, siempre seremos dos, irreconciliables, distintos, pasajeros.

Entonces volviste distinta, lo dejaste por mí y luego te fuiste. Pronto, y lo sé desde ahora —por eso me aferro a las heridas y las mantengo abiertas mientras pueda— volverás otra vez distinta, me dejarás a mí por él y te irás de nuevo. Las heridas del cuerpo sanarán, toda marca quedará borrada por el tiempo. Y acaso, las otras, más profundas, esas heridas a donde mis dedos no llegan, esas que no puedo mantener abiertas, también cerrarán.

Amor que sangra y arranca la piel, pero no mata. Amor del que no quedarán cicatrices siquiera. Amor que al final, después de nosotros se llamará dolor. Tu carne se cerrará sobre mi recuerdo y empezarás a olvidarme. Por un rato o para siempre. Pero nuestros nombres ya no serán un grito de agonía para la luna llena, no serán el dolor que nos une. Nuestros nombres juntos, Salua y Erick, serán lo que te arranque de ese que ahora te separa de mí. Porque no volverás a mí, pero después de nosotros ya no serás la misma, me llevarás impreso parte de tu sangre, demonio, serpiente blanca de tus venas. Y yo, herido para toda la vida. Sin final. Salua y Erick.

jueves, abril 15, 2010

Variaciones sobre un tema de amor (B)

Te amo. Eso es lo primero y lo último, es lo único que está ahí siempre, todo el tiempo y en todas las tribulaciones o en todos los miedos. Mi amor por ti no cambia ni se apaga. Sigue creciendo, sigue creciendo todos los días, todas las horas, cada instante. Empiezo por ahí, que es lo único que vale la pena decir, porque aún ahora me cuesta un poco de trabajo empezar a escribirte. Pero te prometí escribir diario y no suelo romper mis promesas. Ya sabes, el honor, el nombre. El amor, sobre todo, el amor.

Ese amor loco, ese amor tonto, ese amor llave, puerta, amor que de la eternidad. Ese amor que me hace cambiar de humor y me trae convertido en un manojo de nervios porque amar es hacerse vulnerable y ponerlo todo en manos de quien amas, una apuesta loca, que casi siempre se pierde si no es que siempre se ha perdido.

Pero tú no eres ellas, ni yo. Tú eres tú y de ti me enamore. Es cierto, me dueles, y me dueles más distante y más bien indiferente. Pero así te amo. Es cierto, me lastima tu tiempo con él, tu incapacidad de hablar de él después de todo lo que me has sacado de Milena y de las otras. Me duele confiar en ti, tener ganas de hacerme unos análisis. Y que tú digas que no confías en él. Porque si no confías en él o no confiaste en él, entonces por qué? Y con eso tiene uno suficiente para volverse loco, tener ganas de salir a buscar unos cigarros a media noche. Y decir, en silencio, para convencerse, para sentirse un poquito menos tonto. Ella no me quiere. Y ella, claro, eres tú.

Así es esto. Te amo. Y amo su sombra a tu lado. Aunque hayas borrado la foto que tanto me gustaba mirar. Me gusta que me duelas y que me duelas como nunca, como nadie. Pero en algún momento tengo que meter orden en esta existencia gris y desasosegada que empieza todas las mañanas en mi habitación conmigo pensando en ti y tú pensando en él. Hoy fue uno de esos días. Honestamente, no sé cuantos días como hoy pueda soportar sin herirte. Y yo también, igual que tú, preferiría irme antes de herirte, antes siquiera de pensar que eso es posible. Porque te amo. Pero es claro que no puedes separar, que no habías podido hasta hoy, hasta hace rato por la tarde, cuando hablamos y dijiste que era muy fácil. ¿Qué tan fácil puede ser si no podías?

Te amo, con este amor tonto, con este amor loco que se opone a todo lo que sé y a todas mis expectativas. Y sigo aquí, entre temor y temblor, esperando contra toda esperanza que en verdad no te vayas. Pero de pronto aprendes a escribir sobre ‘para siempre’ con diversas duraciones, ‘para siempre’ del que puedes hablar incluso en pasado. En condicional. Cuando termine. Y ahí de nuevo, tiene uno para volverse loco.

Me dices cosas hermosas, cosas que llevo toda la vida esperando escuchar. Y mi vida es bastante más larga que mis treinta años. Me dices lo que me hace falta para poner rodilla en tierra y pensar que he llegado al hogar, que he vuelto a la Arcadia. Pero siempre encuentras el modo de ponerle al final un ‘quizá’, un ‘tal vez’, un ‘sin embargo’ que como el de antenoche, rompió tu promesa de escribir por lo menos una vez cada dos días.

Cuando uno ama como yo te amo, no puede sino sentir en ese ‘sin embargo’ el fin del mundo. Porque uno está por completo indefenso. Sabe que el amor no merece ni exige; el amor ofrece y se conforma con lo poquito o mucho que le toque por milagro o decisión ajena. Pero los milagros no suceden a menudo. Y tus decisiones siguen teniendo mucho que ver con otros. Así que mi amor tonto, mi amor loco, confía, entre temor y temblor. Pero mi razón es implacable. Y mi razón, serpiente blanca en mi espalda, dice que aún tienes novio porque aún quieres tenerlo. Y que si preguntas, si dices, si ofreces, acaso tiene más que ver con una moralidad que con un cariño. Estás donde quieres estar porque ahí quieres estar. Yo tengo que lidiar con eso a como de lugar, o perderte. Se hace claro que no quieres moverte.

Pero te amo, no me perderás por escoger lo que escoges. Y te creo, porque tengo una necesidad terrible de creerte y de vivir ahí, creyendo, tapándole la boca a esa serpiente. Cerrando los ojos, la razón, la mirada como loco, amor loco que sabe decir ‘no importa, a pesar de todo te ama a su manera’. Y con eso, con que me ames a tu manera, me basta y me sobra. Porque el mundo es mejor con que estés aquí, bueno, allá, con tus sombras, pero de vez en vez, aquí conmigo. Mi situación imposible de la que no puedo salir porque no quiero salir. Aunque algún día, claro, tendré que salir.

Antes me haré otro par de quemadas. Sangraré de nuevo por la pierna y por todas mis heridas. Y me acabaré el hígado y el estómago. Porque para mí, eres más importante que cualquiera de esos órganos inútiles que sólo saben enfermarse. Tú eres mi luz. Y no podría volver a vivir en la sombra.

Si te fijas con cuidado, detrás de cada frase, de cada dolor o tristeza, se asoma un te amo del tamaño del mundo. Infinito como el eterno retorno. Interminable como el tiempo. Profundo como la muerte. Te amo. Eso es lo que quiero decir detrás de todo esto, con cada palabra. A veces uno muestra sus heridas y dice ‘mira’, no para hacer sentir mal a los demás, sino sólo porque son el único testimonio fiel, material, físico de hasta que grado se puede arriesgar el cuerpo o la vida por amor. Acaso, egoístamente, en busca de un poco de consuelo, una mano tierna que les eche alcohol o vino encima y un beso, por dios un beso. Decirte lo que me duele, es en algún modo decirte lo que te amo. Porque uno tiene que amarte mucho para no volverse loco. Para respetar tus deseos de soledad. Para respetar tu tiempo y tu noviazgo. Hay que amarte con amor loco. Y de vez en vez, pegarle a la pared.

Te amo, cielo. Y me gustaría recordar siempre el 24 como una fiesta nueva y privada. Una fiesta que se celebre solo en el jardín en que nos encerremos, de biblioteca y papel infinito, donde podamos construir el mundo. El veinticuatro como día de la creación, del compromiso, del encierro. Pero quiero celebrarlo cuando tú quieras celebrarlo, no cuando lo hagas sólo porque acaso eso me haga sentir un poquito menos miserable. Quiero dedicarte todos mis días e inventarnos un calendario nuevo de fiestas, la del once de agosto por ejemplo, el primer día en que te vi. Cuando no me dejaste verte sólo para que me sintiera mejor, sino porque no podías hacer otra cosa, porque estabas donde querías estar y como querías estar. La de nuestra primera charla. La primera caricia. La fiesta de las variaciones. Y un día, tener un calendario lleno, con trescientos sesenta y seis días de fiestas que lleven tu rostro, tu nombre, tu amor. Algunos días, con más de tres fiestas distribuidas del amanecer a la noche.

Y quiero que vivas conmigo. Y quiero casarme contigo en una ceremonia secreta y sin dios. Y quiero tantas cosas. Tantos planes, tantos sueños. Pero estás lejos. Y a mí la distancia me hace pedazos el alma. Me gusta extrañarte. Pero no me gusta dejarte allá con tus sombras. Que no me hayas dicho lo que sea que ha pasado, que no pueda saber con qué ojos me miras, a través de la piel de quién me estás juzgando. Entonces, aunque mi amor loco, amor feliz, amor creyente, crédulo amor con fe, me dice que los sueños se conquistan con voluntad, valor o sacrificio. Aunque mi amor enamorado me dice que mi honor y mi nombre deben bastar. Ahí está siempre mi serpiente, mi acusadora, mi demonio. Mis sueños construidos sobre aire. Mi castillo de naipes. Y todo se ve tan precario, que parece que no tengo futuro.

Te amo. No voy a dejarte nunca. Aunque tenga que pasar la vida esperándote. Esperándote en la noche a que regreses del circo. Esperándote en vacaciones a que regreses de entre la sombras. Esperándote a que decidas confiar y entregarte. Esperándote siempre, como llevo casi treinta años. Otros treinta no han de ser tan difíciles. De ese modo quizá, ya no sepas sentirte sola, porque siempre me tendrás a mí. Porque te amo. Te amo libre, te amo feliz. Te amo como fuiste antes de mi. Te amo tanto que no me interesa cambiarte. Te amo con tus peros, tus sin embargos y tus quizás. Te amo con tu Él y tu otro abogado y tus heridas y tus cicatrices y tus ojos fuera de foco que me ven como reflejo de otros que no soy. Lo amo todo, porque te amo a ti. Y no voy a soltarte, por más que vengan otros días, miles, millares de días en que sienta que te he perdido y me sienta tonto por quererte. Lo que quiero es amarte sin final, sin pedirte nada, sin exigirte. Conforme con lo que me toque en la lotería del destino. Enamorado del resultado en la lotería del destino porque sea como sea, sea lo que sea que me traiga el mañana o el mes que entra, llevará tu nombre. Y con tu nombre quiero definir mi vida, escribir mi destino.

Claro, debes saberlo. Nadie te amará como yo te amo. Y entiendo que a veces creas que no existo. Porque esto no es común y no volverá a pasarte en la vida. Nadie te amará así, como yo te amo. Nunca más. Y creo que va siendo hora de que abras los ojos, te hagas fuerte, y escojas. Podemos crecer juntos, disipar la tiniebla y vivir siempre envueltos en la luz de tu sonrisa. También puedes seguir guardando tu luz para proyectarte sombras. Usar tu luz para hablar con sombras en la pared. Y no me iré, pero te irás tú porque no sabré callarme si desperdicias de ese modo la promesa eterna de tu nombre. Seré yo tu serpiente blanca. Y no podremos vernos a los ojos, en la oscuridad, ni mi mano se sentirá igual en tu espalda. Y toda la luz, amor mío, se habrá escapado del mundo. Y nuestra biblioteca estará llena de libros que no serán leídos jamás. Y todo el papel del mundo se quedará en blanco.

Te amo. Y por eso, por primera vez me atrevo a invitarte,a rogarte que escojas. Que escojas bien. Que no me dejes aquí, esperándote toda la vida. No soy nadie para pedírtelo. Pero te amo con amor loco, con amor puerta, amor llave, amor que da la eternidad. Así que por hoy seré valiente, aunque mi serpiente dice que me calle, hoy te pido que escojas. Escoge bien amor, escoge por ti. Brilla. Llena el mundo. Y después de nosotros, el diluvio.