miércoles, septiembre 23, 2009

Platón, Shakespeare, Wittgenstein


Dicen que terminaré loco por andar hundido hasta el cuello entre libros. Y aquí recuerdo de nuevo a Cortázar —sigue el homenaje— y su anécdota del maestro que recomendó que le prohibieran leer tanto, no fuera a hacerle daño. Pero uno es afortunado y los maestros le dicen que no lee suficiente, así que no habrá fascismo ignorante que tapie el quijotesco camino a la locura que se presenta en mi futuro.

Y es que uno sospecha que empieza a perder la razón cuando encuentra relaciones entre Platón, Shakespeare y Wittgenstein, cuando se da cuenta de que tienen en común una visión del mundo opuesta al cientificismo moderno. Una visión más trágica y hermosa que estamos educados para ignorar o rechazar en todo lo posible: Platón separaba el mundo en dos partes, el mundo de las ideas que corresponde a la Verdad, pero no a la realidad, y el mundo de las apariencias, que es realidad pero no verdad. Resulta entonces que realidad es sinónimo de apariencia, antónimo de verdad y que todos los días, todas nuestras acciones equivalen a dar tumbos en la oscuridad o la penumbra, en busca de un mundo mejor al que sólo la gracia y la luz de lo sobrenatural pueden acercarnos. De ahí, no es muy difícil dar el salto a Macbeth, en cuyo soliloquio, del acto V, nos invita a pensar en el mundo:


It is a tale

told by an idiot, full of sound and fury

signifying nothing


Todo en la tierra, todo lo que vemos y nos determina en este mundo es falso, un reflejo o sombra pálida de la verdad. A la luz no se llega por la sombra y por eso debemos arrancarnos el cuerpo, que es la parte más real y, por lo tanto, más aparente de nuestro ser. Renunciar al cuerpo y los sentidos que son príncipes de la mentira, fuente de sonido y furia, obstáculos a la verdad. Volcarse de lleno al espíritu, la razón y el arte.

Llega entonces Wittgenstein, para decir que las ideas de Platón y de Shakepseare, e incluso, las ideas del propio Witt, están expresadas en un lenguaje, que es producto de la carne y los sentidos, que es parte de la realidad y por lo mismo, aparente, falso. Es decir, pensar en este mundo como una historia sin sentido contada por un idiota es ofrecer apenas un pálido reflejo, una figura difusa del verdadero patetismo de la vida. El lenguaje es apariencia y eso significa que también lo son lo que llamamos arte y razón.

Nuestro mundo es un mundo a medias y eso es una tragedia. El mundo es trágico en el discurso de Platón, porque vivimos metidos en una caverna, con los ojos vendados y sin conciencia para saber que afuera hay luz. El mundo es trágico para Shakespeare pues estamos atrapados entre cielo y tierra, entre virtud y caída, debatiéndonos furiosos entre el sonido y la furia, sin sentido. El mundo es trágico para Wittgenstein porque nada podemos decir que valga la pena ser dicho, las palabras son algo como balbuceos dementes, monólogo a millones de voces donde cada uno pretende decir algo y todos hacen como si entendieran.

Esta idea de la humanidad como una suerte de esquizofrénica incapaz de ver diferencias me fascina. Y ahí es donde uno ya no sólo sospecha, ahí es donde uno sabe que empieza a perder la razón, porque es necesario aceptar que todas estas palabras son apariencia de razón y sentido, pero son en esencia un balbuceo incoherente de gritos y blasfemias. Pero llamarlos así es dar apenas una idea difusa de su verdadero absurdo. Entonces, ¿por qué escribir, leer, amar, fornicar, llorar, vivir?

Porque entonces, esto que sabemos del mundo, este aparente sinsentido, esta realidad sin explicaciones, este mundo trágico, es sólo una concepción oscura y juzgarlo aquí es volver al bucle del absurdo. Sólo sería posible aventurar un juicio acerca de este lado y confiar en él, si estuviésemos de aquél lado. Sólo la verdad muestra lo pálido de la apariencia, pero de la verdad nada sabemos y nada podemos decir, escoger la vida o la muerte da lo mismo porque la acción no está justificada, es sólo un nuevo grito furioso, otro tropiezo en la caverna. En eso, estamos todos de acuerdo: Platón, Hamlet, Wittgenstein y hasta yo.

Y estamos de acuerdo también en que este sentido trágico no nos roba ni una onza de placer y gusto porque entonces, ante la apariencia del deseo, ante la sombra del ideal, nada importa, ni este mundo ni el otro. Como dijera Richard Gloucester:


And yet to win her, all the world to nothing!


Platón, Shakespeare y Wittgenstein, abarcan entera la historia intelectual de la humanidad agnóstica. Curioso que a pesar de los milenios y el progreso, la “modernidad” nos haya educado para ignorar la tragedia y el futuro. Ahora la verdad es este mundo, verdad ahora es sinónimo de realidad. Es un mundo mas pobre, la misma historia contada por un idiota más discreto, menos escandaloso, un loco catatónico. Prefiero el sonido y la furia, prefiero que mi cabeza “muerda y vocifere ya rodando en el polvo”. Por lo menos es más divertido.


Septiembre 23, 2009

14:51 Hrs.