martes, enero 29, 2019

Estaciones 2018

Si tuviese que nominar el libro del año, no podría elegir entre estos tres y declararía un empate. Da para soñar que alguna vez, los concursos literarios tendrán empates entre obras maestras de este calibre...




Pocas cosas disfruto más que hablar de libros, y cuando se trata de libros memorables, me gusta más. Así que, a la manera de Maimónides y para los perplejos que todavía no saben qué leer a continuación, para los que entran a la librería sin una carta de navegación o a la biblioteca echando en falta un mapa, para los curiosos y amigos, aquí van las recomendaciones basadas en la experiencia lectora de 2018. Veinte bellas postales de viaje que comparto con la esperanza de que sean pretexto de muchas y felices lecturas, conversaciones, amistades, encuentros...


1. Auster, Paul. El palacio de la Luna. Una feliz sorpresa. Nunca había leído a Auster, estaba más bien negado a hacerlo. Prejuicios, ya se sabe. Me animó una feliz recomendación, pero su estilo cotidiano y limpio, sumado a una efectiva bildungsroman que explora el abismo de la angustia juvenil sin hacer romance de su falta de sentido terminaron de ganarme —a pesar de algunos giros demasiado convenientes en la trama— como lector de Auster.

2. Dawkins, Richard. The God Delusion. Un texto que se lee a veces como una severa crítica a los aspectos más fanáticos e idiotas de la fé; otras como argumento en favor de una educación más cercana a la comprensión científica; y a veces también como una fina elaboración irónica en torno a las dos posturas anteriores y sus opuestos. Dawkins es un escritor con argumentos, buena prosa y un tema interesantísimo.

3. Lee, Harper. To Kill a Mockingbird. Preciosa novela cuyo estatus de clásico y casi lectura obligada a veces oscurece sus mejores cualidades. En estos días, además de la reflexión en torno a los prejuicios raciales y la justicia, sirve como punto de inflexión para algunos prejuicios cada vez más arraigados en torno a los roles de género y la imparcialidad de la justicia legal.

4. Lemaitre, Pierre. Iréne. Una de las mejores novelas policiales que haya leído en décadas, si no es que la mejor de todas ellas. El juego textual, la subvención de los tropos, la prosa, el doloroso final; todo hace de esta, la primera novela de la serie del comandante Verhoven, una maravilla.

5. Lemaitre, Pierre. Alex. La continuación de Iréne, esta novela, además de jugar con el género policiaco y todo lo que da uno por hecho en él, subvierte todos los prejuicios que tiene el lector, volcándolos moral y dramáticamente en contra suya. Es un espejo prodigioso.

6. Ligotti, Thomas. The Conspiracy Against the Human Race. Una soberbia meditación en torno a la miseria de la conciencia. Ya escribí con pretexto de su muy racional pesimismo con pretexto del Juicio Final.

7. Lispector, Clarice. La hora de la estrella. Intenté poner en palabras mi emoción por esta pequeña obra maestra con la idea del Peso de la luz. Es una lectura desoladora, como un charco que nos hace ver, con maldición, como somos vistos.

8. Marco Aurelio. Meditaciones. Poco hay que pueda decir sobre las reflexiones del emperador estóico que no se haya dicho antes o que no sea lugar común. Así que mejor copio aquí uno de sus consejos, que no deberíamos olvidar nunca: “La mejor manera de defenderte es no asimilarte a ellos”.

9. Marsé, Juan. La oscura historia de la prima Montse. Juan Marsé es un escritor difícil, porque se debate entre muchos estilos y registros narrativos. Es un escritor difícil porque sus historias son a menudo derrotas, heridas y sombra. Pero nada que valga la pena es del todo sencillo. Esta dolorosa novela explora el modo en que la sociedad, el prejuicio y la ceguera estorban y castigan lo único que debería ser celebrado: la compasión que se traduce en ayuda mutua.

10. Marsé, Juan. La muchacha de las bragas de oro. La precaria relación que guardamos con la memoria es el pretexto que da origen a este lúdico texto con un final inesperado y memorable.

11. Palahniuk, Chuck. Make something up. Stories You Can’t Unread. Este estrambótico libro de cuentos no es perfecto, pero trae de vuelta al Palahniuk de hace unas décadas, que sacudía el mundo con un relato y un buen punch-line. Ya lo extrañaba. El libro contiene algunos cuentos maravillosos, otros medianos y varios que se olvidan. Los que justifican al libro son: Expedition (el mejor de todos), Knock knock, Red Sultan’s Big Boy, Romance, y, finalmente,  Inclinations.

12. Rein, Heinz. Final en Berlín. Este libro es extenso, profundo, esclarecedor. Tanto, que le dediqué cuatro cuartillas acá. Imperdible. Si algo leen este año, que sea Final en Berlín.

13. Rice, Anne. Memnoch the Devil. Hace años, Rice era una de mis escritoras favoritas. Con nostalgia volví a este libro que, además de ser un libro de aventuras del vampiro Lestat, es también una expresión de la angustia en que desemboca toda especulación racional, analítica, de la existencia. La mitad es exposición de su teología. La mitad son las cuitas del demonio. De la suma de ambas, una bella justificación de la necesidad de compadecernos.

14. Scarry, Elaine. The Body in Pain. Un texto profundo, complejo y casi diría perspicuo. Un estudio del dolor y su racionalización en la tortura, así como la relación de ambos con con el lenguaje, como límite y posibilidad de lenguaje, como pretexto para la creación de lenguajes políticos, emocionales, filosóficos. Busca responder a una pregunta que todos deberíamos plantearnos: “How is it that one person can be in the presence of another person in pain and not know it—not know it to the point where he himself inflicts it, and goes on inflicting it?”.

15. Shelley, Mary. Frankenstein. Este es uno de mis libros favoritos de toda la vida. Es, sin duda, uno de los más valiosos, ricos y poéticos que se hayan escrito. Cada vez que lo leo, encuentro nuevos aspectos, nuevas bellezas, nuevas profundidades. Esta vez, el prejuicio estético, sus relaciones con el lenguaje y el carácter sub-humano que se le asigna a quienes no se acomodan con los prejuicios de normalidad.

16. Tennyson, Alfred. In Memoriam. Este largo y hermoso poema es una exploración de la muerte, el amor y, sobre todo, la duda que posibilita toda fe. Contiene inmortales y desgarradoras estrofas como: “Be near me when my light is low / When the blood creeps, and the nerves prick / And tingle; and the heart is sick / And all the wheels of being slow”. Frase que, por lo demás, le dirige al muerto.

17. Tolstoi, Lev. Confesión. La jornada del genial escritor a través de la fe, transitando por la duda, sobre la vida vista como un sinsentido que termina en el descubrimiento de una hermosa verdad: ninguna doctrina puede darle sentido a la vida. En todo caso, la esperanza no está en la repetición de fórmulas sino en algo más, a lo que Tolstoi apunta sin la certeza de haber llegado. Se entiende, pues toda certeza deviene en doctrina.

18. Tolstoi, Lev. La felicidad conyugal. La historia de cómo casi siempre somos artífices de nuestra desgracia, y la explicación de que ello es inevitable: “tenemos que vivir las tonterías de la vida para luego volver a la vida misma; no podemos creer lo que se nos dice”. De ahí que la felicidad sólo se reconozca una vez que se ha perdido.

19. Winterson, Jeanette. The Passion. Otro de mis favoritos que ha aparecido en estas listas más de una vez. Todos los aspectos de la pasión se reflejan en esta historia de un soldado napoleónico que ama y sufre en el invierno ruso, en Venecia, al emperador y a la mujer imposible.

20. Wittgenstein, Ludwig. Observaciones a “La rama dorada” de Frazer”. No podía faltar un libro del viejo Ludwig. Difícil de describir, este pequeño conjunto de observaciones evidencia el modo en que los prejuicios nos empañan la mirada, especialmente cuando intentamos ser «objetivos».