miércoles, noviembre 19, 2014

Milan Kundera

Como quien invita una cerveza, un buen whisky o recomienda a su médico, los invito a leer a Milan Kundera. Creo que toda relación empieza por palabras que conquistan: una frase, un párrafo, un fragmento. Palabras que enamoran. A mí, ya sabrán, me conquistan cuando duele. Las líneas que siguen, tomadas de La identidad, duelen porque capturan la belleza encarnada con desesperación:

"Le dijo, pequeño mío, pequeño mío, no creas que no te quiero o que no te he querido, pero precisamente porque te he querido es por lo que no hubiera podido convertirme en lo que soy si hubieras vivido. Es imposible tener un hijo y despreciar el mundo como yo, porque a ese mundo se te envía. Por un hijo nos apegamos al mundo, pensamos en su porvenir, participamos de buen grado en el mundanal ruido, en sus agitaciones, tomamos en serio su incurable estupidez. Con tu muerte me has privado del placer de estar contigo, pero a la vez me has hecho libre. Libre frente al mundo al que aborrezco. Y si puedo permitirme aborrecerlo es porque tú ya no estás. Mis pensamientos sombríos ya no pueden atraer sobre ti maldición alguna. Quiero decirte ahora, tantos años después de que me dejaras, que he entendido tu muerte como un regalo y que he acabado por aceptar ese terrible regalo".


KUNDERA, Milan. La identidad. Tusquets : México, 2009.