martes, febrero 26, 2008

Riqueza

No es rico el que más tiene, sino el que menos necesita...



martes, febrero 19, 2008

Confesión

A veces me pregunto quién soy y por qué termino siempre donde termino. Tuve que dejar de lado el libro y escribir cuando me di cuenta de que incluso en la ficción me persigue mi otro. Mucho he escrito o dicho sobre el modo en que lo que leo trasforma mi mundo, pero creo que no había visto antes el modo en que yo transformo las palabras escritas. Quizá, a mi cerebro, a mi alma, lleguen cosas que jamás se dijeron porque metí las manos al fuego y dejé de lado al autor. Recuerdo el modo en que cambió el final de 62/Modelo para armar cuando lo leí por segunda vez. Me gustó más el fin que inventé sin saber cómo al fin que descubrí cuando no me metí en el camino. En fin, he aquí mi transformación de cierto pasaje en Los Miserables.



Otra pieza. Victor Hugo y sus miserables. Entra al cuarto de Mario una joven con “clavículas puntiagudas” que salen de la camisa. Hugo se esfuerza por hacerla decadente, desagradable. El asunto está acaso en la frase “no había nacido para ser fea”. Acaso de niña hermosa. Cada palabra de Hugo, cada fragmento de su miseria hace que yo la imagine más hermosa. Belleza ruinosa que quizá pueda restaurarse. Sus palabras inconexas me despiertan algo como ternura. Sabe leer y escribir. Frases mínimas ocupan todo el espacio con que mi imaginación la representa, la hacen bella a pesar de que la descripción entera es horrible. Me llega una idea, describir con fragmentos de todas partes, la mujer hermosa/miserable. Quizás sí estoy obsesionado, predispuesto a buscar mujeres heridas, vencidas. ¿Por qué?



No era sino Eponine, enamorada de Mario y a quién capítulos más tarde, en el Campo de la Alondra, Victor Hugo ya considera Hermosa.




Enero, 24-28 de 2008

martes, febrero 12, 2008

Misterio