viernes, septiembre 28, 2018

Borges y el sentido de la vida

Un esclavo robó un billete carmesí, que en el sorteo lo hizo acreedor a que le quemaran la lengua. El código fijaba esa misma pena para el que robaba un billete. Algunos babilonios argumentaban que merecía el hierro candente, en su calidad de ladrón; otros, magnánimos, que el verdugo debía aplicárselo porque así lo había determinado el azar...  
—Borges. La lotería en Babilonia.

Quizá anotarlo sea una exquisitez inútil, pero leyendo la biografía de Schopenhauer me llega a la mente la noción de que La lotería en Babilonia presenta una discusión filosófica entre un mundo visto desde el conocimiento intuitivo y un mundo visto desde el entendimiento. Alguna relación con lo que escribe Safranski sobre las mariguanadas de Hegel y la manera en que se mal entendió la voluntad de Schopenhauer en su época.


—Reconstrucción de la Puerta de Ishtar en el Pergamonmuseum de Berlín—

Veamos: los sucesos del mundo se viven, se presentan a la intuición sin ningún orden ni propósito, lo que corresponde con la noción de que la Compañía es sólo un mito. Hay voluntad ciega, sin propósito, ni fin, ni razón, ni causa. Un ciudadano de Babilonia estaría así entregado a la existencia sin explicaciones, como todos nosotros. Aceptarla de este modo es vivir en la intuición y anteponerla al entendimiento. La explicación de la vida es más bien indiferente para la vida misma. A lo sumo habría que aprender a soportarla, a adecuarse estratégicamente a los acontecimientos o hechos (los Tatsachen de Wittgenstein). La respuesta al problema del sentido de la vida está en vivir.
 
     Por su parte, el entendimiento —la representación— aplica o pretende aplicar las categorías racionales a los acontecimientos o hechos del mundo. La razón suficiente, ya se sabe. Aquí estamos ante una visión hegeliana o rawlsiana: la razón como rectora de los acontecimientos históricos: una voluntad racional en el individuo y en el mundo. «Lo que es racional, es (o acontece), y lo que es, es racional». Sea la Compañía, Dios o el progreso de nuestra sociedad, todo está justificado por un propósito, fin, razón o causa. Aquí van las hipótesis sobre el premio o castigo dictado por el azar que coinciden misteriosamente con un vicio o virtud del sujeto. El velo del entendimiento aplica a este hecho la noción de causalidad. Todo lo que acontece es racional y viceversa.

     En la primera concepción del mundo —intuición— el sujeto admite que el mundo es trascendente, imposible de representarse en la razón o el entendimiento y ser reducido a él. El mundo y sus  acontecimientos son “arracionales”, no tiene razón suficiente pues ésta reside en el entendimiento que es parte del mundo, es en el mundo, y no puede situarse por encima o fuera de él.

     En la segunda concepción del mundo —entendimiento— el mundo se reduce a la representación racional que de él hace la razón. El mundo es parte de la razón y es en la razón. Por eso, puede siempre decirse a priori que «todo pasa por algo» y se especula sobre ese algo.

     Por supuesto, cada persona escoge a ciegas de qué lado de la ecuación ubicarse. La perspectiva hegeliana del entendimiento da paz mediante la soberanía de la razón y, como toda fe, justifica. La perspectiva intuitiva de Schopenhauer renuncia a entender el mundo y, para algunos, lleva al desasosiego del despropósito.

     En todo caso, la de Schopenhauer no es una filosofía especulativa sino vivencial. En vez de preguntarse por las razones del mundo, se centra en comprender el vivir en el mundo. En este punto, sin embargo, llega el límite o el error paradójico en Schopenhauer; puesto que al hablar de la voluntad, de su ceguera, de su carencia de razon, etc., emite un enunciado del entendimiento a priori, es decir, representa al mundo.


—Detalle de la Puerta de Ishtar en el Pergamonmuseum de Berlín—

Wittgenstein llega al rescate, como siempre, con sencillez: de lo que no se puede hablar, es mejor guardar silencio. No sobra decir que su fórmula para la felicidad es muy afín a la de Nietzsche:

7. Cambiar la noción del espacio.- ¿Qué cosas han contribuido más a la felicidad humana? ¿Las reales o las imaginarias? Lo cierto es que el espacio que separa la dicha más grande del infortunio mayor no puede ser calculada mas que con arreglo a cosas imaginarias...

Lo mismo opina Wittgenstein: es estéril intentar cambiar  la circunstancia —los hechos— y mucho más productivo modificar nuestra actitud respecto de los hechos o, dicho de otra manera, cambiar lo que opinamos o juzgamos sobre ellos, es decir, cambiar lo imaginario:

Si la vida se hace difícil de soportar, pensamos en cambiar nuestra circunstancia. Pero el cambio más importante y efectivo, un cambio en nuestra propia actitud, ese apenas se nos ocurre, y nos resulta muy difícil decidirnos a dar  ese paso. 

Para ser felices, a veces nos conviene imaginar que las cosas pasan por algo y, otras, que no hay razón alguna para ellas. Ese enunciado nada dice del mundo, pero dice todo lo necesario sobre nosotros y la vivencia del mundo. Borges, lo mismo que Wittgenstein, corta la conversación: «Poco tiempo me queda; nos avisan que la nave está por zarpar; pero trataré de explicarlo [...] es indiferente afirmar o negar la realidad».

        El barco zarpa, es decir, hasta aquí podemos llegar, carece de sentido decir nada porque las circunstancias nos limitan. El tiempo en Borges, el lenguaje en Wittgenstein. Limitaciones que coinciden porque en el cuento, el tiempo es el lenguaje, está en el lenguaje, se le percibe en relación con el lenguaje. Ver esta relación —esta verdad— pone fin a la discusión  y deja paso al silencio.

     Yo que hablo o escribo, no puedo hacer otra cosa que mentir sobre el mundo. No digo nada del mundo, pero digo mucho sobre mí como hablante, que sólo existo en el lenguaje, estoy en el lenguaje, como los personajes de Borges. El malentendido es este: se habla de uno mismo y se pretende hablar del mundo. Y a nadie le gusta un necio que sólo habla de sí, ni lo soporta indefinidamente. Wittgenstein y Borges lo solucionan: mejor callarse, no tiene sentido hablar del sentido de la vida.




Bibliografía

Borges, Jorge Luis. "La lotería en Babilonia" en Ficciones.  México : DeBolsillo, 2015, 225 pp.


Nietzsche, Friedrich. Aurora. Meditación sobre los prejuicios morales. Barcelona : José J. de Olañeta, 2003, 270 pp. 

Safranski, Rüdiger. Schopenhauer o los años salvajes de la filosofía. México : Tusquets, 2008, 495 pp. 

Wittgenstein, Ludwig. Culture and Value. Chicago : University of Chicago, 1984, 94 pp.