lunes, noviembre 30, 2020

Il n'eut plus son ange


Elévate tras las cosas como llama / que tu sombra se desenvuelva / cúbreme siempre por entero

Hinter den Dinge wachse als Brand / dass ihre Schatten ausgespannt / immer mich ganz bedecken
—Rilke R. M. Stundenbuch.
 
Con que fuese sólo un tanto más supersticioso, diría que hay libros que proyectan largas sombras, haunted books. Volví a leer La sonata a Kreutzer de Tolstoi y soñé contigo como la primera vez. Una semana después discutí largo rato sobre el libro. Esa noche de nuevo tu llama se encendió detrás del mundo, proyectando largas sombras que me cubrieron por entero. Soñé que te escribía una carta. La última. Acaso lo haré pronto. Ya veremos. No soy supersticioso.
 
 
 —Georges de La Tour. José el Carpintero (1645). Musée du Louvre—
 
 
Supersticiones y sombras a parte —o encima— recuerdo que en la casa de Victor Hugo, la de Place des Vosges en París, hay un cuarto oscuro donde la única luz se posa sobre una distante y diminuta calavera. Acaso fuera una exposición temporal que tuve la suerte de ver porque no me imagino a Hugo obligando a sus visitas a pasar por la tenebrosa habitación, vaya uno a saber. Es que hasta donde me da la memoria, uno tiene que pasar por esa habitación para llegar al estudio donde exhiben los manuscritos y primeras ediciones de Los miserables en vitrina. Aunque tampoco me sorprendería la presencia de ese memento mori permanente en una habitación de un tipo genial como Hugo, siempre consciente de que ninguna pasión es pura.
 


 
 
Para ejemplo basta recordar que una de tantas escenas memorables en la gran obra de Hugo ocurre al principio de Saint Denis; es decir, la cuarta parte de Los miserables. En el episodio titulado La casa secreta, nos encontramos otra vez con Valjean y Cosette después de una larga ausencia en que vivieron al amparo de los muros de un convento. Encontramos a Valjean viviendo con su hija adoptiva en una casa de la rue Plumet y se nos explica por qué dejaron atrás la seguridad del convento donde Valjean era tan feliz que no podía tener la consciencia tranquila.

Nada hacía tan feliz a Valjean como tener a Cosette a su lado, con la certeza de que era suya y nada ni nadie podría apartarla de él. Es esta última parte la que echa sombra sobre la felicidad contaminándola. Sin duda, Valjean siente un afecto paternal por Cosette, pero su amor no es únicamente paternal. Al contrario, tiene otros confusos componentes que ya antes nos ha explicado el narrador: su amor es el de un hombre bueno, sin esposa y que estuvo preso durante diecinueve años. Esta prolongada e involuntaria castidad echa sombra sobre el amor de Jean Valjean sin corromperlo. No obstante, perturba su consciencia.

De pronto el amor, por puro y desinteresado que sea, se enturbia con ánimo de apropiación: “era suya y nada ni nadie podría apartarla de él”. Cuando la felicidad está emparentada con el amor y éste a su vez con la ambición o la propiedad, todo se tuerce y enturbia. Por eso Valjean se pregunta si su felicidad no estará construida a costa de apropiarse sin derecho de Cosette, robándole así toda felicidad posible, desvalijándola como ratero a media noche, sin que ella pueda saber que algo le falta sino hasta muy tarde, cuando ya la pérdida sea irreparable. Es que él se retiró o huyó del mundo tras conocerlo plenamente, después de vivir en él como pobre, convicto, millonario y prófugo. Cosette en cambio estaba encerrada en el convento sin conocer apenas otra forma de vida, sin una elección consciente, sino a consecuencia de su vínculo con Valjean. Aprovecharse de esa inocencia, piensa Valjean, es privarla de todo aquello que nos hace humanos. Para ser libres es preciso escoger y una elección a ciegas es sólo simulacro.  Así, la felicidad de Valjean en el convento sólo puede prolongarse si causa a Cosette un daño irreparable. Para que su amor le haga feliz, Valjean necesita traicionarlo. Como auténtico héroe de la resignación infinita, Valjean prefiere renunciar a su felicidad para permitir que Cosette pueda vivir tanto como sea posible y entonces decida si quiere o no quedarse cerca de su azaroso padre adoptivo. Por eso sale del convento, por eso viven en la rue Plumet.

No sé si el resultado de esta decisión puede considerarse un éxito. Cosette vive y se casa con Marius, pero no deja de amar a Valjean. Sin embargo, éste decide otra vez apartarse por bien de la niña. Además hay un malentendido con Marius y el viejo héroe apenas sobrevive en un sótano, enfermo y solo. Cosette ni siquiera entiende por qué su padre está lejos, ella no deja de buscarlo y quererlo cerca. He ahí otra forma en que se enturbia todo porque los que aman privan de decisión a la supuesta amada. Quizá por eso Valjean no vuelve a ver a Cosette hasta la última hora. Omnes vulnerant postuma necat. La narración nos dice que Valjean muere feliz en ese breve encuentro, pero su epitafio cuenta otra historia: Il vivait. Il mourut quand il n'eut plus son ange; La chose simplement d'elle-même arriva, Comme la nuit se fait lorsque le jour s'en va.
 
Esta complejidad en el amor de Valjean y Cosette también me persigue como un mal encantamiento, cuyo conjuro fuera ese epitafio. Es que acaso la única prueba de amor es hacer como Valjean. Amar es apartarse poco a poco  de forma natural hasta morir como la noche llega al terminar el día. Amar es descender al crepúsculo de un sótano apenas iluminado por el recuerdo y morir de nostalgia. El amor es como una rabia en que el paciente no puede sino huir y rechazar aquello que podría curarle. Acaso Kierkegaard estaría de acuerdo en que Valjean es el caballero de la resignación infinita, cuya pasión es paradoja y desesperación. Carecer de esperanza es la clave paradójica de una existencia bien vivida. Escoger la nada por ninguna razón, desde la propia e indecible desesperación. Reconocer que estamos separados por el universo entero. Cuando ardemos con mayor intensidad, son más largas y oscuras las sombras que proyectamos en la vida del otro. Para amarles, es indispensable ya no tener a nuestros ángeles.

Quizá escriba una última carta en imitación de Valjean. Acaso sea en imitación a Rilke y no sea la última. No soy supersticioso.

Lass nicht von mir trennen
Nah ist das Land
das sie das Leben nennen