viernes, junio 29, 2018

Amantes en la luna

Hace poco volví a ver Only Lovers Left Alive (2013), dirigida por Jim Jarmusch, película poética sobre vampiros hartos de vivir y de buscarle sentido a lo que no termina. El film está plagado de referencias y detalles que lo arrastran a uno en direcciones insospechadas. Así por ejemplo, mientras Eva prepara sus maletas, mira con nostalgia una enorme pila de libros, selecciona muchos maravillosos, pero únicamente pasa su melancólico dedo sobre las páginas abiertas de Los amores en la luna de Cervantes:

No hay dicha en este mundo: he aquí un gran tema
para escribir, como escribir confío,
un poema que, triste por ser mío,
será más bien un sueño que un poema.


Only Lovers Left Alive (2013)

Durante siglos, la ausencia de dicha en este mundo ha sido tema recurrente. Casi siempre se ha pensado que se trata de un problema, y que es preciso darle solución. En el siglo cuarto de nuestra era, Agustín de Hipona en las Confesiones se muestra de acuerdo con la idea de que no hay dicha en este mundo. Estaba seguro de que ello es consecuencia directa de la guerra jurada entre el tiempo y la vida: devora al tiempo y devorada por el tiempo, devorans tempora et devoratus temporibus. Esta situación, opinaba el obispo, presenta a la vida como un sinsentido pues pone frente a frente la aspiración infinita de cada cuerpo finito que, con disculpable ceguera, multiplica la muerte al desear más vida.

La literatura y la mitología se muestran en parcial desacuerdo con la conclusión agustiniana, opinan más bien que el drama de la vida está en la vida misma, no en su relación con el tiempo. Dotados de vida eterna, los seres humanos seguirán siendo miserables. Así por ejemplo, el mito de Tithonus (1859), dotado de vida eterna pero no de eterna juventud quien se lamentaba, en palabras de Tennyson:

…happy men that have the power to die,
And grassy barrows of the happier dead.
Release me, and restore me to the ground


Así pues, no hay dicha en este mundo, pero ello no se debe a la finitud de la existencia, sino a la existencia misma. Mortales o inmortales el resultado es el mismo y las historias sobran: la creatura de Frankenstein, Dorian Gray, los vampiros de Anne Rice y, sin duda, los vampiros de Only Lovers Left Alive. Sea que la inmortalidad se piense como don, maldición o naturaleza, los inmortales, lo mismo que los mortales, terminan siempre víctimas del Spleen de París (1869) y el tedio y dicen con Baudelaire:

Je suis le dernier et le plus solitaire des humains, privé d'amour et d'amitié


De acuerdo con Mark Twain, esta angustia de finitud y temporalidad estaba presente desde el Paraíso; es decir, incluso en el estado de gracia, vida eterna y felicidad, sabemos encontrar razones para desesperar. Así se lamentaba Eva porque las estrellas, el mundo, se agotarían mientras que ella no tendría fin:

By watching, I know that the stars are not going to last. I have seen some of the best ones melt and run down the sky. Since one can melt, they can all melt; since they can all melt, they can all melt the same night. That sorrow will come—I know it. I mean to sit up every night and look at them as long as I can keep awake; and I will impress those sparkling fields on my memory, so that by and by when they are taken away I can by my fancy restore those lovely myriads to the black sky and make them sparkle again, and double them by the blur of my tears


Inocente Eva, que no sabía lo que le esperaba. En su latitud, y más o menos al tiempo que Twain escribía el maravilloso Eve’s Diary (1905), el conde Tolstoi enfrentaba también una pérdida de la inocencia que describe y analiza en su Confesión (1880). La especulación o la persecución racional del sentido de la vida lo enfrentó al absurdo y sus palabras pueden ilustrar perfectamente el ánimo de Adán en el film de Jarmusch:

A tal estado llegué que ya no podía vivir; y temiendo la muerte, debía emplear ardides conmigo mismo para no quitarme la vida.



Uno se siente inmediatamente tentado a preguntar qué ardides son esos y cómo echar mano de ellos. La fórmula secreta, la salida al laberinto intelectual de la búsqueda del sentido de la vida. Para Tolstoi el artificio es una bella metáfora que invierte el sentido del mundo y utiliza la miseria como prueba del amor, así sea en ausencia. Se imagina como un ave que cayó del nido y dice:

Pío entre la maleza, pero si pío es porque sé que mi madre me llevó en su seno, me empolló, me mantuvo caliente, me amó.


No es el primero ni será el último en invertir la interpretación de la evidencia y encontrar el sentido de la vida en una creencia cegadora: el amor que es derrota y esperanza. Es derrota porque siempre está ausente, todos somos aves caídas del nido. Es esperanza puesto que su ausencia es prueba de que existe. Así se aprende a vencer en el fracaso; esa es una virtud para Rilke, quien hablaba de un vidente en Der Schauende (1902), cuya conciencia de la enormidad de la batalla y el dolor de la existencia, le hace considerar sus fracasos como otras tantas victorias:

Die Siege laden ihn nicht ein.
Sein Wachstum ist: der Tiefbesiegte
von immer Größerem zu sein.


También Cervantes opinaba que, precisamente en ese salto mortal hacia el absurdo se encuentra la única vía de escape al laberinto del spleen o la miseria y es por eso

Que un corazón sensible
para huir de las frías realidades
convirtiendo en posible lo imposible,
conducido por mano de las hadas
se tenga que escapar de lo invisible
por las oscuras puertas entornadas!


Hacer posible lo imposible, dice, trasladarse a la Luna, más allá de la existencia o, mejor dicho, en un plano oblicuo y adyacente a la existencia, donde no estamos nosotros ni está tampoco el tiempo. Ese es el amor de Tolstoi y de Cervantes, los acompaña Twain pues para su Eva es esa noción de seguir juntos y no estar la única que puede darle consuelo cuarenta años después del paraíso:

It is my prayer, it is my longing, that we may pass from this life altogether‑a longing which shall never perish from the Earth.


En todos y cada uno de los casos hasta aquí descritos, encontramos que la respuesta artística a la cuestión de la dicha en este mundo es siempre el reconocimiento de su ausencia seguido de la evasión. Es decir, que para evadirse es preciso enfrentar primero la realidad de la que uno desearía escapar. No puede existir fuga hacia el amor si no hay antes una realidad horrible con la que es preciso echar cuentas. Acaso por eso dijo Baudelaire:

L'étude du beau est un duel où l'artiste crie de frayeur avant d'être vaincu.


La fuga empieza en el grito de espanto y el amor, por lo menos en el sentido en que lo describen todos estos hombres de letras, empieza como deseo nihilista y aberrante de estar unidos ahí donde ya no estaremos, juntos aquí donde preferiríamos no estar en absoluto. Repitamos lo que dijo Eva:

when they are taken away I can by my fancy restore those lovely myriads to the black sky and make them sparkle again, and double them by the blur of my tears

‑Salvador Dalí. Reminisencia arqueológica del ángelus de Millet

Multiplicar lo perdido por distorsión de las propias lágrimas. Eso es convertir el fracaso en triunfo. Es absurdo, pero todo milagro es un absurdo. Amor, milagro absurdo. Quizá por eso sólo los amantes quedan con vida, mientras que el resto vamos pereciendo poco a poco, devorando al tiempo, devorados por el tiempo. Los enamorados viven de la falsedad y el simulacro, son capaces de habitar la Luna y multiplicar lo ausente con el bálsamo desesperado del llanto. Se parte del grito de horror, como dijera Baudelaire, para arribar en la belleza y el amor que, precisamente por ausencia, reconocemos. De cada uno de estos poetas podemos decir, con Cervantes, que han dado con la respuesta:

Se pierde, como un ángel cuando vuela,
en sueños infinitos e ideales,
pues en el mundo real, si bien se mira,
merced a la ilusión y a la memoria,
solamente es verdad lo que es mentira.




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Bibliografía

Agustín de Hipona. Confesiones (Libro IX). Puede consultarse en: http://www.augustinus.it/spagnolo/confessioni/conf_09_libro.htm
Baudelaire, Charles. Le confiteor de l’artiste y Le fou et la Vénus, en Le Spleen de Paris pueden leerse en: http://www.poesie-francaise.fr/charles-baudelaire-le-spleen-de-paris/
Jarmusch, Jim. Only Lovers Left Alive. Soda Pictures, 2003.
Rilke, Rainer M. Der Schauende forma parte del Buch der Bilder y puede leerse aquí: http://www.rilke.de/gedichte/der_schauende.htm
Tennyson, Alfred. Tithonus puede leerse en: https://www.poetryfoundation.org/poems/45389/tithonus
Tolstoi, Lev. Confesión puede conseguirse en magnífica edición de Acantilado: http://www.acantilado.es/catalogo/confesion/
Twain, Mark. Eve’s Diary está maravillosamente editado por Library of America: https://www.loa.org/books/81-collected-tales-sketches-speeches-essays-1891-1910