En un ánimo filosófico Wittgeinsteiniano, y luego de leer muy por encima un par de cuestiones de la Investigaciones Filosóficas, me despertó esta idea en la mente, un poco ociosa, como toda filosofía. Pero con un insight que a mí me gustó mucho...
El dolor es la experiencia más íntima del ser humano nos es imposible explicar o describir su origen, su intensidad, el alcance del sufrimiento. Es, en ese sentido la experiencia más egocéntrica o solipsista porque es incomunicable. Cada dolor es individual e irrepetible, existe una graduación infinita de variabilidad en cada experiencia dolorosa. Cada dolor, es único. El dolor ocurre en presente y siempre en primera persona. Nos percatamos del dolor ajeno por pistas o señas convencionales fácilmente falsificables, fingibles. Mi dolor es el único que importa, el único que puedo sentir y es, al mismo tiempo, mi soledad. Es por eso que el dolor es la forma más profunda en que dos personas pueden unirse. Cuando en raras ocasiones el dolor viene de una causa común, cuando tiene un principio compartido, puede decirse que es el único puente entre la individualidad, la única forma de vencer lo incomunicable. El dolor no se comparte, pero a veces es posible imaginar, vislumbrar el dolor ajeno. No es posible participar de él, pero acaso intuirlo, sentir uno similar en el mismo momento y por la misma causa. Entonces, nos asomamos a la individualidad más profunda del otro, a su soledad invencible, acaso la mano que tendemos entonces no puede alcanzarle, confortarle, pero existe como posibilidad. La única forma de tocarnos sin fundirnos, sin afectar al otro o cambiarlo. Entender el dolor del otro mientras se experimenta el propio. Tender manos, posibilidades. Gritar al vacío de la soledad doliente y abrir la posibilidad de vencerla, es esperanza. Es el tercero excluido, compartir lo que no puede atravesar las barreras del yo. Lo que no tiene identidad ni similar en ninguna otra parte, momento o consciencia. Por eso decir, “también me duele”, en el momento preciso puede ser mucho más grave, mucho más íntimo y poderoso que el más sincero de los te amo. Porque el amor es experiencia compartida, es alargar la mano para tocar al otro y tocarlo; esperar un resultado posible y obtenerlo casi sin duda. El dolor, en cambio, incomunicable, imposible de compartir. Soledad por definición. también me duele es alargar la mano sabiendo que no habrá contacto pero con la fe irracional de que, de vez en vez, y paradójicamente, dos soledades pueden fundirse sin hacerse compañía, sin dejar de ser lo que son. Llenar el vacío con otro vacío. Sumar dos soledades no tiene como resultado compañía, sino más soledad. Pero siendo más, es menos. Por eso el dolor une, aunque no se comparta. Es la esencia más básica, más individual, del ser. Es lo que genera la conciencia. Unidos por el dolor. He ahí un vínculo indestructible que no por eso consuela o une. Unidos por el dolor. He ahí la clave desde donde puedo explicarme. Quizá sea ese el primer hilo de la madeja.
Colofón: Es lo único que tienen todas ellas en común. Cicatrices que besar, lágrimas que secar. Soledad reflejada. Espejo, después de todo. Intentar entender un dolor ajeno hace que uno deje de prestarle atención al propio.
Dieciséis de Febrero de 2008