lunes, abril 30, 2018

The Silence

I think about silence; I think about shame, I think about loneliness. I think about the hurt I caused. I think of all the years and all the life I lost to the hiding and to the fear and to the pain. The mask got more of me than I ever did. But mostly I think about what it felt like to say the words.
—Junot Díaz. The Silence.

En twitter, de entre todos los lugares posibles... Y de Junot Díaz, para acabar con todos mis prejuicios o, por lo menos, obligarme a revisarlos. Neil Gaiman dice: This is a heart-ripping article by Junot Díaz. Así que voy a leer lo que sea que recomienda Gaiman. Invito al lector a hacer lo mismo:



 
Hago memoria rápida: Junot Díaz es autor de una novela que me dejaron leer para alguna clase de literatura. Vino una profesora invitada y The Brief Wondrous Life of Oscar Wao fue uno de los textos que nos pidió leer. No quise saber nada de Oscar Wao; la descripción de la novela me pareció infame: la historia sobre un nerd chicano who does not get any. No voy a leer eso, me dije. La clase se vio providencialmente interrumpida por un terremoto y la maestra terminó la clase en una jardinera, hablando sobre las misiones zombi de Red Dead Redemption, que por supuesto tuve que conseguirme en consecuencia. Así me salvé de exhibirme —como todo el resto del salón, por cierto— al no haber leído lo que tocaba. Oscar Wao felizmente en el olvido, parece. Pero de vez en vez, las portadas de los libros de Díaz me saltan a la vista, o algún comentario, reseña literaria o cita tomada de ellos me hace pensar que he dejado que mis prejuicios me priven de una buena lectura, que hay que darle chance a Díaz. Entonces me aproximo a los libros, vuelvo a leer las contraportadas y me aparto pensando que no es mi taza de te. A esto se reduce mi relación con la escritura de Junot Díaz.

Aquella tarde, el aval de Neil Gaiman me hizo darle una oportunidad, así fuera a un artículo del New Yorker. Habla del abuso sexual, una pregunta incómoda que le hizo un fan. Unos párrafos más tarde dice: Yes, it happened to me. I was raped when I was eight years old. By a grown up that I truly trusted. Sigue un relato breve y encarnado sobre la vida en la que eso pasó. Le pasó a él. Relato sobre perder la paz y la referencia, el centro o la vida misma. Maravilloso y triste. Honesto y sin otra cosa que lo que es absolutamente necesario decir. Por lo menos a mí me pareció maravilloso aquella tarde. Vaya uno a saber lo que opine en unos años.

Díaz dice que hablar finalmente de aquello, reconocerlo, integrarlo a su narrativa o a su realidad es como recibir una segunda oportunidad en la luz. Nacer de nuevo. Ser dado a luz otra vez. Me pareció una frase llena de esperanza porque muestra que, en todo caso, el enemigo es el silencio. Para preparar un relato (Barba Azul, ya es un monstruo), pensaba yo que el problema esencial de una experiencia traumática es el silencio. Silencio que no es voluntario. Hay ocasiones en que no puede encontrarse la voz, ni el registro narrativo, ni la primera hebra para tejer el relato. El problema no es la comunicación o el lenguaje, sino algunas formas particulares de lenguaje o comunicación. Es que no sabemos del todo cómo hablar sobre el abismo, nadie nos ha enseñado. No hay formas para narrar la desgracia o la tristeza. El lenguaje parece ahogarse bajo la realidad. Por una vez el lenguaje no puede hablarnos, ni ordenarnos, ni sujetarnos. Porque la experiencia lo anula. Pensaba también en personas, en una en particular que me explicó con paciencia que con una vez que intentó contarlo todo le bastó. Aprendió que lo único que puede hacer es guardar silencio.

Hoy viene Junot Díaz y hace precisamente lo opuesto en el New Yorker. Parece decir que lo que hace falta es hablar. Decir en otros términos. Crear una gramática nueva. Porque el silencio, la máscara, la incapacidad de decir, son sin duda prácticas con significado que parecen integrar al herido entre los sujetos “normales”, pero ese es el problema. Lo ejemplifica con un amor que terminó por una pregunta incontestable: “Why”, she asked, Why? And I really had no answer. Luego, describe Oscar Wao así: a novel narrated by a Dominican brother who loses the Dominican woman of his dreams because he can’t stop cheating on her. No puede explicar por qué, pero tampoco puede hacer otra cosa. La desgracia condena a silencio y el silencio perpetua la desgracia. Círculo del que Díaz escapa con la palabra nueva, demoledora, bella y triste: Yes, it happened to me.

—Laura Fraser como Lavinia en Titus (1999) Dir. Julie Taymor.—


Pienso en Shakespeare, quien intuyó este problema, por más que no supiera darle su justo peso dramático. En Titus, esta es la suerte de Lavinia: la desgracia que priva de lenguaje. La visión fílmica de Julie Taymor es visualmente desgarradora, pero igualmente incompleta. Pienso en tantas tantas personas que no quiero ni contarlas...

El otro día vi a alguien. Una persona que usó la máscara, como dice Junot Díaz. Llovía a cántaros. Sonreí. Me cuesta creerlo, pero sonreí y quise saludarle. Fingió no verme o no me vio. Pero se veía bien, alegre, radiante. Me pregunto si al fin, habrá llegado a la luz. Si encontró voz. Si aquella persona que really had no answer encontró algo como una respuesta, una voz para romper su silencio. Ojalá.






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