jueves, septiembre 17, 2015

Los excluidos (Nostalgia de juventud)

Danse Macabre en El séptimo sello de Bergman
Los Excluidos es una novela de Elfriede Jelinek, escritora austriaca ganadora del Nobel en 2004. De acuerdo con el comité, se hizo merecedora del galardón "for her musical flow of voices and counter-voices in novels and plays that with extraordinary linguistic zeal reveal the absurdity of society's clichés and their subjugating power". Juicio que demuestra lo absurdo de leer en traducción y de todo lo que pueda decir yo sobre la versión de Carmen Vázquez de Castro.

Su prosa no es particularmente buena, envolvente u original. Cosa que puede ser culpa de la traducción al español. ¿Qué tanto se puede juzgar la prosa de la austriaca cuando se le lee en español? Pero el lenguaje de Jelinek/Vázquez no es especialmente memorable. Me gusta su tono desencantando, directo y con aire de exponer sólo lo esencial. Hace la lectura ágil, sencilla y, por eso mismo, no se trata de un libro que atrape, envuelva y no deje salir. Es bello, pero no a la manera de Dumas, Marías o Winterson. Tres glorias de la prosa si las hay. El lenguaje de los Excluidos es instrumental, una herramienta para provocar lo otro, lo que sí resulta memorable.

El libro encierra la trágica experiencia de ser joven, aquí o entonces, “a finales de los años cincuenta” como empieza el libro. Del sentimiento de no estar ahí nunca del todo. O a veces en absoluto. Como se prefiera. Uno es joven porque está excluido de forma permanente. Excluido de la satisfacción de sí, de sus esperanzas vitales, de los planes y el futuro. Amarrados en un eterno presente que parece siempre de vida o muerte, en la juventud nos vemos por completo incapaces de integrar nuestra narrativa a la del mundo, la de la familia y aún a la de los amigos. Y sin embargo, estamos unidos. Es una época feliz en que puede uno ser intelectual que lee a Camus, Sartre y Nietzsche con pedantería, pero se empeña en creer que el amor está en el rostro de la princesita ignorante que vive de vestidos lindos y dinero. En que las respuestas fáciles y los juicios inmediatos tienden puentes a la vida. Ser joven como lo retrata Jelinek, es una época triste y contradictoria que todos olvidamos demasiado pronto. Apenas ha pasado, actuamos como si nunca hubiera sucedido. Nos apartamos de todo lo que nos recuerde haber sido esa suma de absurdas contradicciones que juzgamos entonces de la máxima importancia. Excluidos de la satisfacción, la renuncia o la transigencia; jóvenes fuimos los eternos homicidas de la esperanza y de la suerte. El relato de Rainer enamorado de Sophie, quien no ama a Hans, pero gusta de usarlo y de Anna, a quien Hans no ama y usa, pero quien a su vez, piensa que ama a Hans, es una dance macabre, mitad broma y mitad indiferencia. Es en esto último que el lenguaje de no-Jelinek resulta central. Es tan plano y directo que revela con la misma intensidad la loca importancia que dan los niños a sus preocupaciones y la absoluta indiferencia de esas preocupaciones ante esta realidad que excluye toda trascendencia.

Un libro precioso. Que me ha hecho sentir nostalgia por aquella época en la que pensaba que con poesía, libros y saber convencería a esa hija de oficial para que me amara con la misma contradictoria belleza de lo que es al mismo tiempo indiferencia y destino. Al final obtuve algo memorable y bello. Pero nunca logré que me amara, menos con mi pedantería teosófica. Ella tenía asuntos más serios y triviales que atender. Nada como ese amor serio por su valor metafísico que hacía invisible al tiempo, ese demonio que reduce el amor, la carne y todo a nada. Amor que no existe, que es pura imaginación. Qué bonito libro. Qué nostalgia.

Lo leí por recomendación de m amiga Alicia, a quien dedico estas rememoraciones de juventud, esta nostalgia y estas líneas.

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