Danse Macabre en El séptimo sello de Bergman |
Su prosa no es particularmente buena, envolvente u original. Cosa que puede ser culpa de la traducción al español. ¿Qué tanto se puede juzgar la prosa de la austriaca cuando se le lee en español? Pero el lenguaje de Jelinek/Vázquez no es especialmente memorable. Me gusta su tono desencantando, directo y con aire de exponer sólo lo esencial. Hace la lectura ágil, sencilla y, por eso mismo, no se trata de un libro que atrape, envuelva y no deje salir. Es bello, pero no a la manera de Dumas, Marías o Winterson. Tres glorias de la prosa si las hay. El lenguaje de los Excluidos es instrumental, una herramienta para provocar lo otro, lo que sí resulta memorable.
El libro encierra la trágica
experiencia de ser joven, aquí o entonces, “a
finales de los años cincuenta” como empieza el libro. Del sentimiento de no
estar ahí nunca del todo. O a veces en absoluto. Como se prefiera. Uno es joven
porque está excluido de forma permanente. Excluido de la satisfacción de sí, de
sus esperanzas vitales, de los planes y el futuro. Amarrados en un eterno
presente que parece siempre de vida o muerte, en la juventud nos vemos por
completo incapaces de integrar nuestra narrativa a la del mundo, la de la
familia y aún a la de los amigos. Y sin embargo, estamos unidos. Es una época
feliz en que puede uno ser intelectual que lee a Camus, Sartre y Nietzsche con
pedantería, pero se empeña en creer que el amor está en el rostro de la
princesita ignorante que vive de vestidos lindos y dinero. En que las
respuestas fáciles y los juicios inmediatos tienden puentes a la vida. Ser
joven como lo retrata Jelinek, es una época triste y contradictoria que todos
olvidamos demasiado pronto. Apenas ha pasado, actuamos como si nunca hubiera
sucedido. Nos apartamos de todo lo que nos recuerde haber sido esa suma de
absurdas contradicciones que juzgamos entonces de la máxima importancia.
Excluidos de la satisfacción, la renuncia o la transigencia; jóvenes fuimos los
eternos homicidas de la esperanza y de la suerte. El relato de Rainer enamorado
de Sophie, quien no ama a Hans, pero gusta de usarlo y de Anna, a quien Hans no
ama y usa, pero quien a su vez, piensa que ama a Hans, es una dance macabre, mitad broma y mitad
indiferencia. Es en esto último que el lenguaje de no-Jelinek resulta central.
Es tan plano y directo que revela con la misma intensidad la loca importancia
que dan los niños a sus preocupaciones y la absoluta indiferencia de esas preocupaciones ante esta realidad que excluye toda trascendencia.
Un libro precioso. Que me ha
hecho sentir nostalgia por aquella época en la que pensaba que con poesía,
libros y saber convencería a esa hija de oficial para que me amara con la misma
contradictoria belleza de lo que es al mismo tiempo indiferencia y destino. Al final obtuve algo memorable y bello. Pero nunca logré que me amara, menos con mi pedantería teosófica. Ella tenía asuntos más serios y triviales que atender. Nada como ese amor
serio por su valor metafísico que hacía invisible al tiempo, ese demonio que
reduce el amor, la carne y todo a nada. Amor que no existe, que es pura imaginación. Qué bonito libro. Qué nostalgia.
Lo leí por recomendación de m amiga Alicia, a quien dedico estas rememoraciones de juventud, esta nostalgia y estas líneas.
Lo leí por recomendación de m amiga Alicia, a quien dedico estas rememoraciones de juventud, esta nostalgia y estas líneas.
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