Terminé de leer “Tres Lindas Cubanas”, a pesar de todas las interrupciones que sufrí en el proceso. Bonito libro, recomendable. Me falta escuchar el danzón para tener la experiencia completa. A Gonzalo Celorio lo he visto un par de veces sentado a unas mesas de distancia en el restaurante Covadonga, donde suelo comer con todos mis abogadiles socios y compañeros de oficina. A lo mejor por eso, cuando me enteré que hace cuarenta y tres años, en un dia de 1963, murieron su primo Juan y su hermana Tere en un accidente carretero, me dolió.
Noté mi dolor en el metro, cuando se me formó el proverbial nudo en la garganta. La tristeza cuando llegué a mi clase de la tarde y no pude articular, más que con una voz baja y medrosa, la lección que preparé para los alumnos.
Yo no sé que será, pero hay algo que, desde hace unos meses me ata con más fuerza a la tristeza de la humanidad. Quizá con Celorio sean la causa esos encuentros sin saludo en un restaurante, quizá la fama de universitario y nuestra alma máter común. Quizá la escritura limpia y honesta a la que me tiene acostumbrado y que me parece más apreciable que esas obras cumbres del efectismo y la exageración que también disfruto. Lo cierto es que algo me une a la tristeza atemporal.
Aunque llegue tarde, aquí mi más sentido pésame. Hay tristezas literarias y hay tristezas de la vida que se comparten a través de la literatura. No es lo mismo compadecer a las ficciones que enterarse así de que dos personas murieron de forma inmerecida y del carajo.
Empiezo a sospechar que por eso me gusta leer ficción, y siempre le hago el feo a todo lo que tenga tinte autobiográfico o realista. Confieso que, de haber sabido que se trataba de una novela de memorias, tal vez no hubiera leído Tres Lindas Cubanas. Un relato honesto.
Noté mi dolor en el metro, cuando se me formó el proverbial nudo en la garganta. La tristeza cuando llegué a mi clase de la tarde y no pude articular, más que con una voz baja y medrosa, la lección que preparé para los alumnos.
Yo no sé que será, pero hay algo que, desde hace unos meses me ata con más fuerza a la tristeza de la humanidad. Quizá con Celorio sean la causa esos encuentros sin saludo en un restaurante, quizá la fama de universitario y nuestra alma máter común. Quizá la escritura limpia y honesta a la que me tiene acostumbrado y que me parece más apreciable que esas obras cumbres del efectismo y la exageración que también disfruto. Lo cierto es que algo me une a la tristeza atemporal.
Aunque llegue tarde, aquí mi más sentido pésame. Hay tristezas literarias y hay tristezas de la vida que se comparten a través de la literatura. No es lo mismo compadecer a las ficciones que enterarse así de que dos personas murieron de forma inmerecida y del carajo.
Empiezo a sospechar que por eso me gusta leer ficción, y siempre le hago el feo a todo lo que tenga tinte autobiográfico o realista. Confieso que, de haber sabido que se trataba de una novela de memorias, tal vez no hubiera leído Tres Lindas Cubanas. Un relato honesto.
7 comentarios:
Eso fue un minuto de silencio.
Que pasa, que cuando algo te sucede no suena mi celular?
Pos eso de cambiar celular cada semana no ayuda mucho...
Acá estoy, dias sin visitarte, ni vos a mí.. pero espero que estes bien, yo un tanto tomada, hoy fue un dia familiar lleno de alcohol, comida y karaoke, te quiero y te extraño, lindo post, me dieron ganas de leer el libro. besos
Ay ..ay que sonrisota la que afloró en mis labios al leer tu post mi mexicano querido... me agrada saber que te gustó Invisible! por fín lo leiste..te comento que quizá hoy me veas conectada, si me dan ganas, vivir sin MSN ya me da igual, pero eso no significa que no extrañe a algunas personas entre ellas tú, esta semana solucionaré el problema para seguir intercambiando cuentos, experiencias y momentos agradables con vos, te quiero!
a veces hay motivos por los cuales disfrutar de la alegría colectiva. Me gusta como escribes, seguiré leyéndote gracias por visitarme.
No estes triste y sigue leyendo que es el mejor deporte del mundo. Oye, dónde queda El Covadonga...
Tu amigo Miguel Torquatus Severinus
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