Y bien, como siempre sucede con la realidad, el final llega como un anticlimax, como un lento extinguirse de las pasiones, del gusto, de las emociones. Esa capacidad del hombre para acostumbrarse a cualquier cosa es la muerte de todo sentimiento, de toda emoción, de cualquier sueño lírico.
Pasó como tenía que pasar, superado el nervio y ya bien plantado sobre las piernas que no tiemblan, el estulto sujeto de la vez pasada asomó de nuevo por la cafetería en Perisur. Ahí estaba Claudia, algo distinta, porque la falta de nervios clarifica la mirada. Faltaba ese halo de belleza romántica, de haber superado la consunción, enfermedad de la belleza, faltaba el brillo tenue de la piel de morfinómana que el sujeto aquél imaginó, inventó o acaso descubrió como eco de un tiempo ido, de otra vida, de un libro olvidado. Claudia, más parecida a sí misma que al deseo o al sueño ajeno y, por lo mismo, más sencilla, menos aterradora. Hermosa, pero no lo suficiente para desmayar a un lunático poetastro nervioso. Ya no.
El poetastro, por su parte, tampoco supo atraerse la mirada de Claudia. Llegó, se hizo tonto, pidió un café, hizo oír su voz, esperó a que ella volteara. Pero sus ojos no volvieron a encontrarse. No hubo sonrisa, no hubo ese breve espacio de incertidumbre cósmica que acompaña a los ojos que reconocen, que sueñan, que se pierden en un instante. Poetastro al fin y a la postre, no pudo evitar murmurarse un verso malo como antídoto para el desengaño. La culpa es de uno.
Las dudas de siempre: acaso no te vio, acaso no encontró los versos, acaso la pena, el miedo, los convencionalismos, la tristeza. Acaso y como dijo sin decirlo nunca un mediocre ficticio, la culpa es de uno que no enamora. Todas las preguntas, los reproches recorriendo el alma de ese poetastro de servilletas e improvisos. Dudas, sueños rotos, mientras con los pies bien puestos en la tierra de nuevo, se aleja de la barra en la cafetería y vuelve a ser la sombra o el hombre sin rostro que no supo llamar la atención de una chica medianamente bella.
Acaso lo mismo le pasó a ella, un desengaño a medias; imaginó una cosa y al final, cuando la realidad le puso en frente algo más o menos distinto, prefirió la indiferencia al ridículo. Ojalá haya pensado también en el poeta durante toda la semana, esperando su regreso, por su bien, que no supiera reconocerlo cuando lo tuvo en frente; no supo reconocerlo porque ya seguro, sin miedo, no estaba hecho de la falsa materia de las ilusiones. Y es mejor así, porque estará esperando, igual que el poeta, un encuentro con el ideal que se forma de cada encuentro fortuito, triste, anticlimático.
Es mejor así, repitió el poeta. Buscó consuelo en lo infinito. Es mejor así porque al final del día, todo pasó como tenía que pasar, quizá más rápido de lo que hubiera deseado, pero como tenía que pasar. Mi amor no es más que una promesa de decepción sin fecha de vencimiento; jurar y buscar la felicidad hasta que el mundo dice la última palabra. El velo que se nos cayó de los ojos esta tarde por la falta de nerviosismo o por mera coincidencia, habría caído de cualquier manera mañana o el año próximo, y en vez de escribir su nombre en la lista secreta de las que me pude haber enamorado, habría tenido que escribirlo en el de aquellas que se fueron. Heridas todas de desengaño. Esta vez, herida superficial, pero una más.
De cualquier modo, todos terminamos solos. Adelantarse al tiempo nada tiene de malo. Hoy, mañana o a más tardar el día en que paguemos nuestra deuda con la tierra, nos volveremos a encontrar y nos juzgaremos sólo por las cicatrices que dejaron los sueños al morir. La culpa es de uno, que no enamora y que cuando enamora, enamora mal. Estamos solos y no sabemos olvidarlo.
Viernes, 17 de Abril de 2009
00:33 Hrs.
5 comentarios:
saluditos.
...
cierto joder. siempren quedamos solos al final.
probablemente no supiera reconocerlo
entre otras cosas porque el amor fuera de los libros (soy medievalista, sé de lo que hablo) realmente no funciona así
debemos fundar la religión de moreau, claro. ya mismo
no te preocupes: a cesariny lo conocen los portugueses, cuatro lusitanistas y media docena seres que, por lo que sea, conocen el surrealismo portugués que tiene en común con el europeo poco menos que sólo el título.
y siempre me olvido de mucha, siempre, siempre!!
besos
ps. estoy un poco incongruente porque estuve enferma y no razono bien
Me hiciste recordar a mi padre.
Un día que sufría YO por amor, me dijo: basta!!, uno nace solo y muere solo. Si te dejó y no te amó, ya paso no va hacer de otra forma .. aunque lo quiereas.
Sin embargo, él perdonó muchas cosas de ella, por no estar solo.
Como se entiende?!
Entonces debes regresar a tus lóbregos cuarteles de invierno, quizá éste invierno pase más rápido...o al menos menos crudo, nunca se sabe.
A mi se me hace que a ese wey mas que indiferencia le dió mieeeedo, por eso ya no hizo nada. No es que yo nunca haya experimentado el mieeeedo y por eso mas vale que digan: "Alvaro se sintió indiferente", a que digan: "A Alvaro le enzartaron una balloneta en el pedorro."
Saludos Carnal :D
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