I prophesied truly and failed only in a single circumstance, that in all the misery I imagined and dreaded, I did not conceive the hundredth part of the anguish I was destined to endure.
—Shelley, Mary W. Frankenstein or the Modern Prometheus.
Hace tiempo le doy vueltas a la idea de Schopenhauer sobre la compasión como único fundamento posible —por ser irracional— de la ética. Hasta ahora, es el sistema ético más convincente que he encontrado. Al respecto, en su biografía de Schopenhauer, Rüdiger Safranski opina que la ética de Nietzsche, centrada en la preparación del camino para la llegada del übermensch, se ubica en las antípodas de la compasión de Schopenhauer. Encuentro, después de leer Frankenstein por enésima vez, que acaso no haya una oposición tan radical entre esas posturas.
—William Blake. Pity, 1795.—
Es posible que exista una diferencia importante en las consecuencias que uno y otro extraen de la compasión y en las acciones que a partir de ello prescriben, pero Nietzsche y Schopenhauer escriben la misma ética de la compasión que, con sus bemoles, puede leerse en las palabras del doctor Frankenstein y de su criatura. Si la ética o la capacidad para el bien radica en ser capaces de reconocernos en el otro, reconocernos en su sufrimiento y experimentarlo como propio, no veo por qué tal reconocimiento deba o pueda excluir al übermensch. Con independencia de a quién se considere superior y por qué razón, éste es el malentendido entre el monstruo y el doctor: cada uno es incapaz de extender su compasión al otro, o decide no hacerlo y, en consecuencia, hay tragedia.
En todo caso, el sufrimiento del übermensch puede ser tan agudo como mi propia ambición o aspiración de una existencia mejor para mí y para todos los que estamos condenados a la existencia. La ambición del superhombre, del eterno retorno, del gran sí a la vida, es una ambición compasiva que se extiende a todo lo que puede superarse; se desea esa superación sin apego. Es la voluntad de poder unida a la voluntad de vivir. Es algo que niega o supera la «mera» voluntad de vivir. El amor a la existencia de Nietzsche, su amor fati, es una paradójica suma de libertad y necesidad. Ahí donde la debilidad o la insuficiencia impiden una buena vida, se desea la muerte para uno mismo o para el otro por compasión. Así puede escaparse de la «mera» voluntad de vivir; es decir, de aferrarse a la existencia con independencia de sus condiciones y se aspira en cambio a una existencia tal, que todo aquél que se aferre a ella, lo haga por amor a sus condiciones.
La limosna compasiva prolonga el tormento, como dice Schopenhauer, y se acepta por necesidad ciega, por «mera» voluntad de vivir, es un deseo que se desea sin poner condiciones. La limosna es una forma de compasión. Negar la limosna, en cambio, acorta el tormento. Esta eutanasia es un remedio, dice Nietzsche, porque tener el derecho de despedirse de la existencia permite amarla hasta en tanto sea posible. Sólo hay amor o compasión entre quienes son libres. Así pues, los sistemas éticos que prescriben negar o prestar ayuda al desesperado tienen el mismo fundamento: la compasión por quienes soportan la existencia.
La vida vista como algo que debemos despachar, dice Schopenhauer. La vida como algo que debe ser superado, como un escalón, dice Nietzsche. Hay compasión por todo y todos aquellos que debemos ser usados y superados como escalones en aras de otra forma de existencia; y en ese mismo sentido, hay compasión por quienes usan el escalón para seguir adelante. Al final, la compasión está fuera del discurso racional y se dirige, según Schopenhauer, a ese todo del que somos individuación. El fundamento es el mismo, lo que se transforma es apenas la mirada, su dirección aparente en un espacio en que no hay un norte absoluto; puede decirse que uno dirige la mirada compasiva «hacia abajo», y el otro «hacia arriba». Hasta ahora, ningún filósofo ha sabido explicarnos cómo dirigir la mirada en ambas direcciones a la vez.
En Frankenstein, es impresionante el modo en que cada personaje en agonía se siente, al mismo tiempo, superior e inferior al otro. En algún aspecto deben superarse y ser despachados. En algún otro aspecto, son aquello a lo que el ideal sobrehumano aspira. Mary Wollstoncraft Shelley, desde la literatura, construyó una maravillosa tragedia para demostrarnos que es necesario construir una mirada compasiva que se dirija en todo sentido: Apolo y Dionisio, el doctor y su monstruo, Dios y sus criaturas, todos necesitamos compasión.
Oh! my creator, make me happy, let me feel gratitude towards you for one benefit! Let me see that I excite the sympathy of some existing thing; do not deny me my request!
—Mary W. Shelley. Frankenstein or the Modern Prometheus.—
—Mary Wollstonecraft Shelley—
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