Te necesito. No me obligues a soltarte y no te sueltes de mí. No quiero ser ese silencio, no quiero ser la historia perfecta cuando ya nadie quede para leerla. Si me he construido, defendido, salvado. Si me aferré a la vida en todas mis posibles muertes, no ha sido para terminar así. No ha sido para pasar las noches llorando frente a la computadora porque mi cuerpo me dice que falta alguien, que hace frío porque todos los abrazos se han apartado de mí. Si llego a ti limpio, conciente al fin de mi irresistible, detestable y hermosa humanidad; incapaz de abandonarte, te juro que no es para que me obligues a soltarte. Necesito que alguien, por una vez, me tienda la mano y me diga “no te soltaré”.
Ya no puedo. No puedo esperar y no puedo soportar que mi mano quede inútil, separada. Estoy cansado, estoy vencido. Si tú no te quedas, nadie se quedará. Sabré que me equivoqué desde el principio, que cavé mi tumba y ahora tengo que quedarme en ella. Se llama soledad, se llama olvido. Yo escogí, yo fallé en la única decisión que podía salvar la vida y la perdí.
Dime que no vas a soltarme. Dime que no me dejarás nunca. Dime que no hay traición. O aceptémoslo de una vez. Somos humanos y estamos perdidos.
No me sueltes. No me obligues a soltarte. En bien y en mal, en triunfo y en caída. Juntos. Porque de otra manera, no vale la pena vivir.
Sábado, 07 de Abril de 2007
23:57 Hrs.