Y yo por qué tengo que enterarme así de que mi primer pasión se casó ayer. Por qué sentirme traicionado cuando desaparece de golpe hasta como imaginario lo que no pasó nunca y ya ni siquiera me interesa que pase. Quizá eso es todo, que no entiendo. Porque de corazón le deseo toda la felicidad para toda la vida, no es mala voluntad lo que siento. Es simplemente que me cuesta creerlo. Como si de pronto tuviera que preguntarle ¿quién eres tú y qué has hecho con ella? ¿Dónde ha quedado la poesía y mis años de esperanza y desesperación alternadas? Mi vida sería otra si me hubieras visto como yo te veía, si tantas cosas. No porque lo quiera ahora, sino porque fue el principio, a mis dieciocho años, recién abierto el mundo, fue entonces, verla a ella, el primer paso de quien soy ahora. Entonces leía en Baudelaire y Walter Benton las claves de un sueño distinto, de la vida que ahora sé no podía llegar, confundido y sediento de cariño o de aceptación o de reconciliarme con el Dios que para entonces ya se tambaleaba. Siento que se pierde todo eso, que se lo traga el olvido o un abismo que no sé explicar sino como el pie descomunal de Cronos que borra todo lo que pisa y deja, en su lugar, sólo una huella. Mis primeros cuentos tenían su cuerpo y su cara y mi desesperación entera. Desde entonces no he escrito una sola línea que no sea alguna variación de esa sed de compañía o de un abrazo que rara vez se ha mitigado y que tomó forma o dirección porque la conocí a ella. La glorieta del Riviera y sus puentes enormes al caer la noche, las caminatas largas y los caminos. Las letras góticas y la poesía ante su reto de escribir una carta todavía más hermosa. ¿Cómo comprender ese reto sin imaginar que había celos, que en algún modo me quería? Una dirección distinta, un nuevo principio, una invención completa de nuevo honor y nuevos prejuicios. Todo eso está ahí, en su nombre, en mi memoria de ella, del primer día de clases y hasta este día en que me dijo que se casa. Todo eso se muere en la imaginación y en el recuerdo, o murió ayer en la boda, por más que en la tierra llevara ya muchos años muerto y enterrado, inexistente. Supongo que de esto se trata aquello de morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca. Es tanta nostalgia en ese nombre suyo, en esa sonrisa que no se me olvida, tanta nostalgia que me vuelve loco...
Esto en el cuadernito aquél de poesía. Walter Benton. This is my beloved. Sin una llave para el cielo. Esa es la cuestión.
Porque nuestro día es de tiempo, de horas
- y la manecilla camina`
y cierra el círculo sobre nosotros:
y la eterna noche negra nos chupa como arena movediza; nos recibe totalmente -
sin una prórroga, ni un paracaídas, sin una llave para el cielo,
sin la postrera larga mirada.
- y la manecilla camina`
y cierra el círculo sobre nosotros:
y la eterna noche negra nos chupa como arena movediza; nos recibe totalmente -
sin una prórroga, ni un paracaídas, sin una llave para el cielo,
sin la postrera larga mirada.
Esto en el cuadernito aquél de poesía. Walter Benton. This is my beloved. Sin una llave para el cielo. Esa es la cuestión.