martes, julio 30, 2019

Nostalgia

Y precisamente esa miseria mutua la disfrutaban con la boca llena, se la bebían ávidamente uno al otro. Acariciaron sus cuerpos miserables y cada uno oyó bajo la piel del otro ronronear las máquinas de la muerte. 
—Milan Kundera. La vida está en otra parte.
En las dos o tres fuentes que he consultado, la palabra nostalgia tiene en su raíz dos vocablos griegos: νόστος (nóstos) que implica el acto de llegar o volver a un sitio deseado, al hogar, por ejemplo, y ἄλγος (álgos), dolor. De ahí que la nostalgia es ese doloroso deseo de llegar a un sitio. Esta es la explicación más diáfana. Pero llevado acaso por esa claridad insolente de una buena migraña se me ocurre, combinatio nova, que otra palabra griega también participa en el sentido de la nostalgia: νόσος (nósos), que significa cosas tan diversas como enfermedad, miseria, locura, plaga, sufrimiento. Surge una riqueza de significados: en lo más superficial, el dolor que causan la locura o la miseria de desear un regreso; más profundo, confundir el nóstos con el nósos, es decir, el hogar con la miseria, la miseria con el hogar. Esos momentos bellos en que una dolencia, como un dolor de muelas —o en mi caso, una migraña— nos recuerda una época vivida en feliz miseria y nos despierta ansia de retorno pues, como dice Oliver Sacks en su libro inaugural sobre la migraña, «paradójicamente, no es tan sencillo estar bien—en muchas formas, es más sencillo tener una vida limitada, estar enfermo».
 
     Hace precisamente once meses que no tenía un dolor como este y, como cualquiera que haya vivido con migraña sabe, es preciso tomar nota para aislar los detonadores y evitarlos en lo sucesivo. Cualquier persona con migraña lleva una suerte de diario del dolor. Muy poético y muy útil. Revisando esas anotaciones me doy cuenta de que mi última migraña empezó también en jueves y  tuvo también por presagio la presencia soñada de una ex novia. Still she haunts me, phantomwise, escribió Lewis Carroll para despedirse de Alicia en un acróstico. Le he estado dando vueltas. En la última migraña, pensaba también en un acróstico. Nombres, poesía y sueño, eso es la nostalgia. De acuerdo con una de las perspectivas que Sacks expone «la migraña es una expresión de hostilidad inconsciente en contra de personas amadas conscientemente».
 

 —Caspar Friedrich David. The Abbey in the Oakwood

Lo cierto es que la migraña me ha dado nostalgia por una época miserablemente feliz que puedo describir con dos fenómenos concomitantes: la migraña y la inspiración. La causa de ambas afecciones era mi debilidad mental, por supuesto, pero en aquél entonces habría dicho algo como: “mi necesidad de analgésicos y estas ganas de escribir, guardan idéntica proporción directa con el cariño que le tengo”. De pronto esta migraña me resulta querida, como si fuera la aparición de un viejo amigo a quien no he visto en mucho tiempo. Porque me dan ganas de escribir un acróstico, una serie de cuentos y terminar una novela. Porque hay una presencia fantasmal que me infesta en sueños. Opina Sacks: «Aunque la migraña es un evento psicológico, no es sólo un evento psicológico, sino que se encuentra fuertemente relacionado con —y determinado por— el individuo, su carácter, sus “necesidades”, sus circunstancias y su forma de vida. En consecuencia, es insuficiente buscar remedios puramente psicológicos puesto que lo que acaso debería remediarse, si es que ello es posible, es toda una forma de vida, una vida entera».
 
     Lo curioso es que, por más que la migraña me invite a escribir, lo impide, pues uno de mis primeros síntomas es una curiosa afasia en que la palabra hablada o escrita, se me resiste. Una manifestación lingüística del aura o scotoma, ese vacío en el campo de representación. Por eso, hace un año, teorizaba yo que “Si, en todo caso, uno quiere lo que escribe y no puede escribir, se sigue que ha menguado o se ha perdido momentáneamente la capacidad de querer. De esta manera, al eliminar la posibilidad misma del querer, del yo deseante, la migraña tendría una función terapéutica de desprendimiento. Puesto que la tensión nerviosa proviene de una angustia por algo querido, una posible forma de eliminar la angustia y, en consecuencia, la tensión, sería eliminar, entorpecer o estorbar la capacidad misma de querer. Agregaré todavía que lo lingüístico es experiencia, que las palabras son hechos. No es que la voluntad o el querer se traduzcan o expresen en palabras, sino que son contiguos al lenguaje”. La migraña, de acuerdo con Sacks, tiene un efecto terapéutico respecto de la angustia emocional o el sufrimiento físico que la provoca: «Hemos visto que la náusea y el vómito son síntomas cardinales del lenguaje: comúnmente significan disgusto, a veces sexual, y (en muchos casos de vómito psicogénico) pueden interpretarse como esfuerzos de expulsión simbólica de una persona o situación que nos causa disgusto (miedo, odio, etc.)».
 
     La migraña se manifiesta entonces como una suerte de cura para la nostalgia. Un dolor, ἄλγος (álgos), que nace para rechazar esa capacidad de confundir νόστος (nóstos) con νόσος (nósos), el hogar con la miseria. Escribir todo esto despierta una nueva migraña, con todos sus síntomas, me fijo sobre todo en el aura o scotoma, ese dolor en el ojo que no es sino una especie de imposibilidad visual. No es que duela ver, sino que lo visto carece de sentido, la incomodidad resultante se interpreta como dolor físico. Nombres, poesía y sueño, eso es la nostalgia, dije antes. Eso es también la migraña. Esa mirada, ese rostro soñado en la sala del departamento que me acecha con su sonrisa como canto de sirena, crescit eundo.
 

 —Caspar Friedrich David. Chalk Cliffs in Rügen—


Bibliografía: SACKS, Oliver. Migraine. Revised and Expanded. New York : Vintage, 1999 (1970, 1992)