1. Levanto la pluma, escribo. Escribo que levanto la pluma y así gano tiempo, el breve instante que separa letra y palabra, para pensar tu nombre y preguntarme si basta esa palabra para crearte o conjurarte. Si acaso basta la palabra que te nombra, con sus pocas letras y su palíndromo sencillo para encerrar todos los instantes y eternidades imaginarias que despiertas al coincidir conmigo.
Levanto la pluma y lo escribo un instante después porque aún no sé decidir si ese, tu nombre que rehuye del papel, bastará en mi memoria para darle vida eterna a los nombres efímeros que te inventé y me sirvieron para pensarte cuando aún te miraba desde lejos. Tu nombre es tuyo y acaso no vibre al mismo tono y timbre de la voz que tuviste en mi sueño antes de que cruzaras palabra con mi cuerpo.
Tu nombre es tuyo, pienso antes y mientras escribo, la fantasía, en cambio, es toda mía. ¿Puede entonces tu nombre ser efigie de la fantasía que fuiste antes de ser? Te inventé una imagen y un carácter que no son sombra de tu vida. Te quise en sueños, pero te quise más en carne y hueso para así poder tenerte. No sé si mi ilusión aún moldea tu cuerpo, o te pinta de otro modo cuando me llenas la mirada de alegría. Exististe antes de mí, pero en algún modo mis sueños te crearon nueva, y aún brilla sobre ti el fuego fatuo de lo inalcanzable.
Con tu nombre digo lo que eres, pero también lo que pudiste ser, y lo que te hacen ser mis ambiciones. Con tu nombre digo también lo que soy después de ti, contigo, lo que seré al final sin ti. Tu nombre entonces, no te pertenece, ni a mí.
Levanto la pluma, escribo. Un instante suficiente para no escribirte. Para decidir guardar las letras de tu nombre hasta que reescribas tu futuro y mi pasado, hasta que la vida conjure en un instante toda posibilidad: lo que es y no, lo que puede ser, lo que no será.
Tomo la pluma y no escribo. Esto que era o pudo ser una página en blanco, ahora es el deseo de encerrar la eternidad en las letras que te nombran y describen mi destino, las letras que quise escribir al levantar la pluma y se fueron multiplicando sin llegar jamás a formar la palabra como quiero escribirla. Acaso es imposible.