―Pont Neuf―
Arte, Filosofía, Filodoxía, Anacronismos, Nostalgias, Desengaños, Ilusiones, Humor Negro, Crítica, Desubicación, Confusión, Extrañeza, Alienación, Ajeneidad, Incomunicabilidad.
viernes, febrero 23, 2007
Paris, France
viernes, febrero 16, 2007
Firenze, Italia
Florencia fue una carrera contra el tiempo que, si bien no pude ganar, tampoco me llevé la peor parte. ¿Por qué carrera contra el tiempo? Por no saber escoger a la compañía del viaje; ni modo, hay errores que se pagan con sangre y lo que es peor, con arte.
Aquella primera noche, cené feliz porque la que quiero, pensó en mí y me lo hizo saber. Imagino que mientras yo cruzaba el Ponte Vecchio, sus palabras se deslizaban en la pantalla y que las miradas siempre coinciden en el cielo.
El día siguiente fue uno de los más emotivos que he pasado en la vida. Al fin, tras soñarlo con fervor y atención mientras repasaba las páginas de mis libros de arte, entré en la Galería de Uffizi. La realidad se acercó al cotidiano cúmulo de sueños que me rodea.
Seguí hacia el Palacio Davanzati, dedicado a la resurrección del estilo de vida en Florencia durante el fin de la Edad Media y el principio del Renacimiento y después entré en la Iglesia del Domo, Santa Maria dei Fiore. Según dicen, es la construcción más grande de la Cristiandad, aquella cuyo interior es tan amplio que podría construirse en él.
―Puerta del Baptisterio, Santa Maria dei Fiore―
Ahí estaba, la Iglesia de Dante, donde se originara la Divina Comedia por culpa de una lejana desconocida. Febril, entré a la obscura y pequeña iglesia. No caí de rodillas, pero casi lloro. La tumba de Beatriz puede tener ese efecto, es un símbolo más grande que la memoria fúnebre. Lo demuestran las cartas que le dejan ahí, a manera de ofrenda, muchos más peregrinos de los que se asoman a la cruz. Es mirar a la humanidad que perdura, que duele. Sin esa mujer, el mundo no hubiera sido el mismo.
―La Tumba de Beatriz (¡oremos!)―
Tras una comida de auténtica pizza italiana con vista a la Piazza della Signioría, volví al Ponte Vecchio para decirle adiós al encanto de la ciudad y del puente, para contemplar, por última vez, mi reflejo obscuro y distante sobre las aguas del Arno, inmóviles en apariencia pero, lo mismo que el mundo, siempre distintas.
Al otro día me esperaba un larguísimo viaje en tren de regreso a París. De vuelta a esas calles de nostalgia, desesperación y redención.
Viernes, 16 de Febrero de 2007
lunes, febrero 12, 2007
Roma, Italia
Fue en Roma donde encontré la respuesta, o por lo menos, donde me sentí más cerca de la respuesta a la pregunta que hace meses dejé abierta. Respuesta que luego, a mi regreso, mi amiga Laura dejaría en mis oídos con una sencillez aterradora.
El Coliseo es majestuoso y aterrador. En el interior reina un extraño silencio, como un luto por toda la sangre que se derramó ahí. Hay una cruz en la entrada, tributo, supongo, a los mártires cristianos. Tuve que sentarme un rato a pensar y a sentir ese silencio demasiado profundo. Al mismo tiempo, me sentía rodeado de gritos de emoción, del choque de las armas y los gruñidos de las fieras. Es un tributo a la barbarie y a la muerte, pero también representa lo que, cómo género, podemos lograr desafiando al tiempo.
La misma sensación de barbarie y belleza, de alegría y miedo, me llenó cuando estuve frente a los restos de las chozas de Rómulo y Remo en el Palatino. Roma es el principio de mi historia y también, del fin de mi historia.
―Piazza San Pietro―
Pasé la navidad en el Vaticano, admirando la existencia de un misterio que creí antes y ahora ha dejado de tener sentido. Feliz de asistir a esa celebración donde el hombre pierde sentido y se transforma en un elemento nulo, donde intenta sumarse al todo sin renunciar a su existencia.
Todo ocurre como fuera del tiempo, lejos de la decadencia y de cualquier otro referencial. El puente o la barrera del latín nos une a todos y, como lengua muerta, separa lo que sucede en el rito del mundo, como un hechizo.
Las actividades de los fieles que esperan la misa de gallo son muy diversas. Algunos, nos sentamos o, de plano, acostamos junto a alguna columna de mármol. Se ven algunas banderas que pretenden unir paisanos, algunos coros improvisados de villancicos. El frío es insoportable pero, por un rato, no parece importarle a nadie. El frío golpea después, cuando termina la celebración y cada uno vuelve a lo que sea que le esté esperando.
―Las Cuatro Fuentes―
El éxtasis de Santa Teresa, la Capilla Sixtina, las Habitaciones de Rafael, San Pedro, la Galería Borghesse, los Bernini en cada esquina, la Fontana de Trevi. Es imposible describir cada fragmento de la ciudad y explicar el impacto que causó en mí. Creo que sólo quien haya pisado Roma puede darse una idea de lo que significa. Sin embargo, yo viví la ciudad en una circunstancia especial: estaba desierta porque era 25 de Diciembre; salvo la Fontana de Trevi, todo parecía abandonado, era una ciudad fantasma. Sin transporte público, todo lo hice a pie y ojalá pueda repetirlo.
Tú irás conmigo, lo sé, los dioses tienen que apiadarse de mí, de nosotros, alguna vez.
miércoles, febrero 07, 2007
Venezia, Italia II
-Desde el Pente de los Suspiros-
Tomar un café en el Florián, donde Lord Byron escribiera alguna cosa, con la mirada perdida en San Marco. Encender una vela en Santa María de la Salud por ustedes, por mí, por el mundo.
Cuelga en mi puerta una bandera de la República Veneciana, con el león de San Marco y la profecía de su cuerpo. Unos dicen que la profecía se cumplió, otros opinan que su cabeza está en Alejandría donde apareció por voluntad propia un buen día y por milagro para no regresar junto al cuerpo.
Acaso esa leyenda quiere decir otra cosa. ¿Quién que haya pisado Venecia puede separarse de ella?
-Plaza San Marco-
Febrero 07, 2007
Debe existir una razón por la que, mientras estuve en Venecia, no dejaba de pensar en esta canción pero, ¿cuál será? ¿Empezará con M?
Ela passou do meu lado
Oi, amor - eu lhe falei
Você está tão sozinha
Ela então sorriu pra mim
Foi assim que a conheci
Naquele dia junto ao mar
As ondas vinham beijar a praia
O sol brilhava de tanta emoção
Um rosto lindo como o verão
E um beijo aconteceu
Nos encontramos à noite
Passeamos por aí
E num lugar escondido
Outro beijo lhe pedi
Lua de prata no céu
O brilho das estrelas no chão
Tenho certeza que não sonhava
A noite linda continuava
E a voz tão doce que me falava
O mundo pertence a nós
E hoje a noite não tem luar
E eu estou sem ela
Já não sei onde procurar
Não sei onde ela está
Hoje a noite não tem luar
E eu estou sem ela
Já não sei onde procurar
Onde está meu amor?
Venezia, Italia I
La ciudad es, con razón, la más hermosa del mundo. Se respira un aire tenue, limpio; sus calles son, al mismo tiempo, acogedoras y decadentes, con esa mezcla imposible de las glorias pasadas y el devastador presente. Cuando brilla el sol, se camina como entre nubes: la piedra, el mármol y los canales adquieren un brillo dorado que al mismo tiempo lastima y atrae la mirada. Por la noche, las calles principales se mantienen iluminadas bellamente, pero basta apartarse un poco del camino para encontrarse en callejones obscuros, perfectos para el amor, los fantasmas y la muerte...
-Santa María de la Salud desde el Campanille-
Venecia no se termina en la gran isla que forma su centro, Venecia penetra en el agua y se multiplica en otras islas más pequeñas, Venecia es el agua y el atardecer, la ciudad infinita cuyo límite es el horizonte. Es el Vaporetto, el ghetto judío, la isla abandonada de Torcello, el cristal de Murano, el monasterio militarizado en ruinas. George Sand enamorada, Vivaldi persiguiendo niñas, Thomas Mann y sus delirios, Poe y el carnaval.
La ciudad está poseída, existe ahí un espíritu perpetuo formado, quizá, por las generaciones que la construyeron como un enorme templo. El espíritu múltiple de todos los que dejamos ahí el corazón. Existe una infinidad de iglesias de los estilos más variados y cada una de ellas dedicada a la imagen milagrosa, a la virgen aparecida o a cualquier otro hecho meritorio. Descansan en sus criptas y altares muchísimos mártires, incluido San Marco, cuya reliquia fue robada según las escrituras. Los museos intentan competir con la propia ciudad, los palazzos desafían a la lógica. La República Serenísima resiste la anexión a Italia y palpita aún en las piedras, en la inundación de San Marco y en la entrada de los Gigantes.
Hay que entrar a la catedral bizantina de Santa Fosca en Torcello. La isla desierta ha dejado también deshabitada la catedral en cuyo interior reina el silencio del abandono. Un cristo sin cruz cuelga del centro, amarrado con cadenas por los brazos dándole una vuelta de tuerca al mito. Ahí, junto a la iglesia, está también el trono de Atila a disposición de quien piense que sentarse ahí vale la pena...
-Torcello-